Una nueva herramienta de datos interactiva desarrollada por académicos de la Universidad de la ONU demuestra una discrepancia entre los lugares donde los Gobiernos están invirtiendo recursos para acabar con la esclavitud moderna y donde ésta realmente se produce.
Modern Slavery Data Stories (historias de datos de la esclavitud moderna) es una serie de gráficos animados que son fáciles de comprender y proporcionan una imagen detallada de cómo la esclavitud moderna ha cambiado con el tiempo, y busca tener un impacto positivo en los debates de políticas que rodean estas cuestiones.
Actualmente, más de 40 millones de personas viven en la esclavitud, más que nunca en la historia de la humanidad. Se trata de víctimas de trabajo forzoso en industrias como la agricultura, la minería y el servicio doméstico, así como víctimas de esclavitud sexual, matrimonio forzoso y esclavitud infantil.
De acuerdo con el último índice de esclavitud global, publicado por la Fundación Walk Free, los tres países con mayor prevalencia son Corea del Norte, Eritrea y Burundi.
La historia de la esclavitud moderna
Las historias fueron recopiladas a través de Delta 8.7, una iniciativa del Centro para la Investigación de Políticas de la Universidad de las Naciones Unidas, en colaboración con técnicos de la prestigiosa Universidad Carnegie Mellon en los Estados Unidos, con el fin de ayudar a los líderes mundiales a entender y utilizar los datos para crear una legislación efectiva.
En una entrevista con Noticias ONU, el Doctor James Cockayne, líder del proyecto, aseguró que erradicar la esclavitud para 2030 requeriría liberar a aproximadamente 9000 personas cada día, una tasa muy superior a lo que se está logrando.
Una de las maneras de alcanzar este ritmo, dice el Dr. Cockayne, es desglosar este complejo fenómeno y presentarlo de una manera que las personas con influencia puedan comprender.
La historia ha sido muy difícil de contar debido a que la información sobre estas cuestiones no ha sido sistemática, explica, agregando que Delta 8.7 desarrolló un algoritmo que rastrea los programas oficiales de ayuda para hallar cómo, cuándo y en qué , países se han comprometido a abordar la explotación.
Gracias a estos datos, su equipo descubrió una discrepancia entre donde ocurre la esclavitud moderna y donde los Gobiernos están invirtiendo recursos para enfrentarla.
«Ese tipo de visión, que se hace evidente a través de estos poderosos elementos visuales, puede tener un impacto real en los debates políticos», asegura Cockayne.
Como muestra el Global Slavery Index, en muchos de los productos que damos por sentado, incluidos los teléfonos móviles, las computadoras y los automóviles; además de la ropa, los cosméticos e incluso los alimentos, se utilizan materias primas extraídas por personas que viven en estado de esclavitud.
Las soluciones, por lo tanto, deberán abarcar todo el sistema, involucrando a todos los elementos de la sociedad, desde la industria de la tecnología hasta el sector financiero global.
Las asociaciones son clave y las víctimas de la esclavitud moderna, dice, deben formar parte del proceso, porque «sin sus opiniones sobre la investigación, la programación y la estrategia, corremos el riesgo no solo de ser ineficaces, sino de hacer más daño«, explica Cockayne.
Con información de Naciones Unidas