Por Montse Pérez-Castro, antropóloga sociocultural
La preocupación por ser responsable parece intensificarse en los tiempos de una pandemia: gobiernos alrededor del mundo nos piden que seamos responsables para lograr enfrentarnos al virus. Sin embargo, parece complicado y abrumador saber qué hacer ¿Cómo ser responsables ante una situación sin precedentes? ¿Qué buenas prácticas o recomendaciones deben guiarnos? En este breve texto, propongo repensar la idea del “ser responsable” como una solución, y trabajar por “cultivar respons-habilidades” como formas de respuesta para vivir “con el problema” (Haraway 2016).
La responsabilidad suele pensarse como una forma de ser. Decimos que las personas, las empresas, las organizaciones “son responsables”. Poco a poco la responsabilidad se vuelve un imperativo que no requiere especificidad: “se responsable” ¿Acaso se puede ser responsable en cualquier circunstancia?
La pandemia del COVID-19 ha trastocado nuestras ideas sobre cómo ser responsables en nuestra cotidianidad. Ir a trabajar cinco días a la semana en un horario de nueve horas a una oficina podía ser una forma de ser responsable. Ahora, no salir de tu casa – sin importar las repercusiones profesionales – se considera una forma más responsable de actuar. La responsabilidad individual se ha posicionado como la mejor respuesta colectiva para enfrentar al virus y, sin embargo, no todos podemos ser responsables de la misma manera. Si eres un profesional del sector salud o trabajas en algún eslabón de la industria alimentaria, te encuentras en una posición distinta a la de un escritor de contenidos web cuyo trabajo puede realizarse vía remota. Similarmente, quienes trabajan en el sector informal y viven al día o sin acceso al internet, no pueden adaptarse fácilmente a esta nueva forma de vida. La experiencia de la pandemia actual no nos ha afectado a todos de la misma manera.
La preocupación por ser responsable se complica cuando navegamos en internet: personas comparten sus acciones en cuarentena y nos hacen sentir que no estamos “haciendo nada”, otros escriben sobre cómo vivir la situación y otros redactan artículos de opinión sobre cómo aprovechar el momento para cambiar nuestra vida, el sistema económico y político o enfrentar la crisis climática.
Este conjunto de información y datos parece construir una idea de responsabilidad muy difícil de cumplir. Yo sola no puedo cambiar un sistema económico ni decidir sobre las políticas públicas de un país, tampoco puedo cambiar mis hábitos de vida tan fácilmente, no puedo ser muy productiva porque me siento más cansada y abrumada de lo normal, se me complica sentarme a escribir porque tengo que cuidar a otros en mi unidad doméstica o tengo que idear nuevas formas para pagar la renta, y así, seguro hay un sinfín de diversas situaciones para cada uno.
Las presiones sobre ser responsable en tiempos de pandemia pueden generar mucha ansiedad, impotencia y bruma; incluso un poco de culpa por quienes hemos sido más privilegiados que otros para vivir esta crisis. Por momentos olvidamos que la responsabilidad es un concepto sumamente práctico, ya que refiere a una cualidad y capacidad de responder.
En su libro más reciente, Siguiendo con el problema (2019, Staying with Trouble 2016) la filósofa estadounidense Donna Haraway propone una alternativa a dos visiones que dominan la forma de entender la crisis socioecológica contemporánea (a la cual podemos añadir la pandemia del COVID-19):
- la visión muy optimista que confía por completo en que la tecnología por sí sola podrá salvarnos de cualquier crisis. Dicha perspectiva no cuestiona las diferencias que existen en el control de la tecnología y el conocimiento, y poco considera la desigualdad social en el uso y acceso diferenciado de la tecnología.
- la mirada pesimista y cínica que considera que no hay nada por hacer. Esta visión desarma toda posibilidad de cambio y se concentra en una suerte de autocompadecimiento que expande el desasosiego y miedo colectivo con fantasías de un Apocalipsis o un futuro distópico.
Haraway (2016, 2019) considera que una alternativa es “seguir con el problema”, no imaginar que es posible solucionarlo o ignorarlo por completo sino explorar las mejores formas en que podemos responder en y con el problema. Sugiere que nuestra “tarea es volvernos capaces de dar respuesta de manera recíproca” (Haraway 2019: 19). Para la filósofa estadounidense, es imposible mantener la idea de una responsabilidad individual. Lo que requiere el mundo en el que vivimos es “cultivar respons-habilidades” (response-abilities), capacidades de respuesta mutua. Aprender a ser más respons-hábiles (response-able) con otros.
La pandemia del COVID-19 es un claro ejemplo sobre la importancia de pasar del imperativo de la responsabilidad como algo universal e individual hacia la sensibilidad de la diferencia y la colectividad. El virus forma parte de la ecología del planeta tierra, no es su culpa que tengamos sistemas de salud deteriorados y desbordados, ni un sistema económico y político que dé primacía al dinero que al bienestar colectivo. Por tanto, tenemos que dejar de preguntar ¿cómo ser responsables para enfrentar el virus? Y comenzar a cuestionar ¿cómo podemos ser más respons-hábiles para coexistir con el virus?
Coexistir con el virus demanda un replanteamiento completo sobre nuestra forma de entender y atender al mundo. Creer tener las respuestas correctas, además de ser algo arrogante, puede cerrarnos las posibilidades de abrir nuevos caminos que considerábamos imposibles, o de generar alianzas que nos parecían irrelevantes. Tratar de ir siendo más respons-hábil es poner mayor atención a nuestras relaciones, los impactos que tenemos, la forma en que nos interconectamos con otros humanos y no humanos. Por ejemplo, en lugar de aplaudir el trabajo remoto y digital como si fuera lo más responsable para todos, cultivar respons-habilidad es cuestionar qué infraestructuras digitales estamos usando, qué tipo de impacto ecológico tienen las infraestructuras remotas que empleamos, cómo protegen nuestros datos, quién se está enriqueciendo por medio de esta plataforma y de qué forma cuida a sus empleados, y explorar alianzas alternativas que desconocíamos y experimentar nuevas prácticas.
No hay recetas sobre cómo cultivar respons-habilidades, pero sugiero tener en mente algunos apuntes sobre cómo ir construyendo nuestra idea de respons-habilidad para vivir-cuidar el presente.
Del deber ser al hacer
La respons-habilidad no es un imperativo sobre cómo debemos ser: es una invitación a probar y equivocarse. La vida es dinámica y cambiante (como nos ha demostrado los últimos meses), por lo cual, “cultivar respons-habilidades” es un ejercicio constante de atención y colaboración, ¿cuál es la mejor respuesta que puedo hacer en este momento dentro de mis circunstancias? ¿qué puedo hacer para potenciar mi habilidad para responder en esta situación?
De lo universal a la diferencia
Cada circunstancia, cada posición, es diferente para cada uno. Exigirles lo mismo a todos es una forma poco sostenible de responder al problema porque no identifica el potencial y los límites de otros. Somos respons-hábiles de maneras distintas. Las diferencias son una fortaleza porque amplían las posibilidades para vivir con el problema; una fortaleza importante en una sociedad tan desigual como la nuestra. La respons-habilidad reconoce los desbalances de poder ¿dónde estoy, qué privilegios, qué posibilidades, qué dificultades tengo en comparación a otros? ¿qué puedo aprender de las diferencias con otros?
De lo individual a lo compartido
La responsabilidad solemos pensarla como cuestión individual. El impacto del virus no depende del COVID-19 por sí solo, ni de una persona aislada con buenas intenciones. Para tratar de responder hay que reconocernos en conexión con otras personas, otras tecnologías, y otros seres vivos que conforman el planeta. Hay que aprender formas de respuesta mutua ¿Cuál es mi impacto en la vida del otro y cómo impacta el otro en mi forma de vivir? ¿De qué manera puedo colaborar, apoyar, retroalimentar y trabajar con otros?
Ser responsables no es una “solución” que disolverá los problemas como el COVID-19 o la crisis climática. La responsabilidad es una forma de vivir en consecuencia y con las consecuencias (Haraway 2019: 67), una forma de vivir con el problema, es una relación activa con el presente.
Referencias:
Haraway, Donna
-2016 Staying with the Trouble. Making Kin in the Chthulucene. Duke University Press, Durham, EUA.
-2019 Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Traducción por Helen Torres. Consonni, Bilbao, España.