Colaboración de: Nora Méndez,
directora de Fundación Aliat de Aliat Universidades
Cuando se presenta la ocasión, me encanta decir que nuestras redes sociales son el espacio más auténtico y seguro en el que podemos movernos, lo que siempre deriva en caras de asombro o incluso risas abiertas, sin importar si son jóvenes o adultos.
No es que peque de ingenua o viva en otro planeta, es solo que me encanta provocar haciendo referencia a la definición sociológica de redes sociales; esa que nos habla de los vínculos que establecemos con otras personas, por medio de los cuales formamos nuestra personalidad, expresamos nuestra identidad y participamos en interacciones sociales.
Entre éstas, destacan nuestras redes familiares, de amigos y profesionales, conformadas por individuos con quienes nos unen la sangre o afinidades. En ellas, sí, nos sentimos seguros, auténticos, y, con su apoyo, desplegamos nuestro potencial.
Sin embargo, sabemos, la acepción más extendida actualmente de redes sociales es aquella que hace referencia a las plataformas tecnológicas en las que se pretende reproducir y ampliar los alcances de las relaciones que establecemos, aunque, debemos reconocer que la sensación de seguridad o autenticidad que brindan, dista mucho de la que nos ofrecen nuestros verdaderos círculos cercanos.
Ni las vidas de las personas son tan felices o fuera de serie como se ven en Facebook o Instagram, ni es cierto que tenemos miles de amigos, solo por la larga lista que vemos en dichas plataformas.
Solemos criticar a nuestros adolescentes por estar embebidos en sus redes y no establecer relaciones reales, sin tomar en cuenta que una gran parte de sus interacciones tienen lugar ahí, por impersonal, banal o superficial que pueda parecernos.
Pero no nos hagamos. También es fundamental que nosotros, como adultos, lo entendamos a cabalidad. Puede que no sea TikTok, pero muchas veces tendemos a extrapolar lo que ocurre en Twitter como si esta red reflejara realmente las preferencias y opiniones de toda la sociedad.
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Encontramos ahí una comunidad enfrentada de manera irreconciliable, así como un nivel de hostilidad que hace que, en un gran número de ocasiones, asomarse por esos rumbos pueda parecer un acto de valentía o, incluso, de masoquismo.
Y sí, es cierto, en México vivimos hoy un clima de gran polarización, pero estoy segura de que mucho menos grave de lo que hacen parecer trolls y bots de ambos bandos.
Lo peor del caso es que no abona a una discusión pública real en la búsqueda de soluciones a los asuntos más apremiantes que enfrenta nuestra sociedad, sino que se convierte en un diálogo de sordos a la vista de todos en el que, parece, lo único importante es ganar la guerra por convertir en trending topic el tema que cada uno quiera posicionar, apabullando al adversario. Nada más.
Así, por ejemplo, pierden peso argumentos científicamente avalados alrededor del mundo para el control de la pandemia por COVID-19, como el uso de cubrebocas, pues automáticamente en redes se convierte en una cuestión política; una manifestación de estar a favor o en contra del gobierno, en una manipulación maniquea y absurda, que a nadie beneficia.
Hoy es más evidente que nunca que nuestra responsabilidad individual tiene claros efectos en el bienestar colectivo y que es urgente ponernos de acuerdo en lo fundamental para enfrentar en conjunto a un enemigo que nos acecha a todos y se ensaña con los más vulnerables.
Aún estamos a tiempo de salvar miles de vidas, en la medida en que las autoridades reconozcan que se vale rectificar, con base en la experiencia que ha dejado la lucha contra el virus durante los pasados meses en nuestro país y en otros, entendiendo y explicando a seguidores y granjas de bots que hay más colores y matices que el blanco y negro, así como temas en los que polarizar puede constituirse en un acto criminal.
Pero, sobre todo, es fundamental que los ciudadanos hagamos frente común, mirando más allá de las benditas redes sociales para poner a un lado nuestras diferencias y reconocer las coincidencias donde, sin duda, la salud colectiva es una prioridad.
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