Compartimos esta nota como colaboración con el Grupo de Acción Climática, un equipo interdisciplinario que busca impulsar la agenda hacia una mitigación y adaptación efectiva del cambio climático. Este proyecto es desarrollado por Mauro Accurso y si te gustó su contenido puedes suscribirte para recibirlo semanalmente en este enlace.
Mientras algunos países empiezan a implementar políticas de recuperación verde para reactivar la economía, la agenda reciente estuvo marcada por la ola política verde de Francia, las asambleas ciudadanas para encontrar soluciones al cambio climático (que están dando buenos resultados en Francia y Reino Unido, y pronto en España), y el cierre de plantas de carbón y nucleares en Europa. Aunque el lobby del gas siga haciendo de las suyas para ralentizar la transición energética limpia.
Pero en la búsqueda de soluciones a la crisis climática que apoye la reactivación y genere empleo, muchas veces se nos olvida el rol clave que juega la eficiencia energética (uso de energía por unidad de producción física) y la productividad energética (uso de energía por unidad de producción económica).
«Para mantenernos por debajo de los 2°C de calentamiento global, necesitamos reducir la intensidad de carbono un 5.7% anual por unidad de actividad económica (10% para mantenernos en 1.5°C). Es un desafío enorme para la economía global, si tenemos en cuenta que en la última década logramos mejoras de apenas 2.4% anual. Tenemos que sacar el carbono de nuestra economía y solo hay 2 formas de hacerlo: por el lado de la oferta, eliminar el carbono de nuestro sistema energético (energía limpia); y por el lado de la demanda, sacar energía de nuestra economía (productividad energética). No nos acercaremos a nuestros objetivos climáticos sin un cambio radical en el uso de energía, así como en la producción», asegura Michael Liebreich, fundador y columnista estrella de BloombergNEF.
Liebreich explica que históricamente la tasa de mejora de eficiencia energética está cercana al 1% y ha sido muy complicado acelerar esa tendencia debido, sobre todo, a factores de comportamiento humano más que por falta de tecnología o de factores económicos. Algunos éxitos como la revolución de las luces LED (que pasaron del 2% a principios de la década al 50% actual) se contrastan con otros casos clásicos de la paradoja de Jevons, un efecto rebote donde mientras mejora la tecnología de eficiencia de un recurso, también puede aumentar el consumo total del mismo (aunque según el consultor, ese rebote está hoy en apenas 10-25% de la energía que se ahorra).
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Un sector donde la eficiencia energética es clave son los edificios, que representan casi 40% de las emisiones globales relacionadas con la energía. Cada vez son más los edificios con certificación LEED, y la innovación está creciendo en nuevos materiales y técnicas de construcción, autosuficiencia energética y redes inteligentes para compartir electricidad ente vecinos, entre otras cosas.
“No se trata exclusivamente de los edificios inteligentes, un concepto que se ha convertido casi en un lugar común. El desafío está en la construcción de nuevos inmuebles con métodos más sostenibles, que tengan en cuenta la reutilización y reciclaje de sus materiales cuando termine su vida útil y que sean imbatibles en su aislamiento térmico”, explican en la Revista Retina de El País.
Cubierta verde, edificios neutros, envolvente, fachada inteligente, puente térmico, tejas solares, bioplásticos, paneles de fibras de origen vegetal, resinas y materiales autorreparables mediante bacterias, y ventanas inteligentes, son algunos de los aspectos del sector donde más se está innovando además de los avances en financiamiento (hipotecas verdes) y en la llamada construcción industrializada u off site (ensamblando paneles prefabricados, lo cual es más rápido, genera menos residuos y gasto de agua, mejor aislamiento y mejora la eficiencia energética).
Pero la tecnología no lo es todo. “Soluciones como el Internet de las cosas y big data van a ser el futuro para los hogares, pero no son el presente. La clave está en la envolvente de los edificios”, asegura Miguel Aguado, director de la consultora ambiental B Leaf, y explica que, en ese sentido, el foco está en mejorar el aislamiento innovando en los materiales y métodos de construcción, dejando de lado al ladrillo.
En la reciente propuesta de la Agencia Internacional de Energía (IEA) de un plan de inversiones que evite un rebote de las emisiones en la reactivación post-pandemia, las medidas en edificios eran un punto fuerte no solo para frenar el cambio climático sino para generar trabajo. “Estimamos que se crearían entre 9 y 30 empleos por cada millón de dólares invertido en medidas de eficiencia energética en edificios. Enfocarse primero en viviendas sociales y edificios gubernamentales ayudaría a poner en marcha obras de mejora de la eficiencia, creando una cartera de proyectos para la industria. La inversión del gobierno para acelerar la eficiencia energética en los edificios traería beneficios duraderos: reduciría las facturas de energía para los usuarios, reduciría la pobreza energética, mejoraría la salud y la comodidad, y mejoraría la resiliencia ante los eventos climáticos y los choques de precios”, describen en el reporte de la IEA. Por dar un ejemplo, en Argentina son los municipios que están empezando a aplicar medidas de eficiencia en edificios públicos con financiamiento externo.
Volviendo a la eficiencia energética en general, los avances en digitalización están permitiendo un uso más eficiente de la infraestructura construida desde escritorios de oficina hasta tuberías de agua, carriles de carretera y espacios de estacionamiento, y la gestión inteligente de la infraestructura eléctrica y del transporte público, entre muchas otras cosas. Internet de las Cosas, Inteligencia Artificial y Machine Learning aplicadas a cada vez más sectores de la industria, aunque eso signifique también ejemplos que terminan perjudicando al medio ambiente: Shell e IBM avanzan en la digitalización de la minería.
Y mientras las innovaciones tecnológicas en el sector explotan, algunos líderes ya se dieron cuenta del rol esencial que puede jugar invertir en reducir la demanda de energía. El Green New Deal de Estados Unidos tiene en su centro medidas de eficiencia energética y renovación de edificios; el G20 lanzó en 2014 el Energy Efficiency Action Plan; y la Unión Europea adoptó la Directiva de performance energética de edificios como parte de su Pacto Verde Europeo, que empujará el crecimiento de las bombas de calor (las cuales ya tienen una tasa de crecimiento mayor que los aires acondicionados), materiales de aislamiento y energía renovable de pequeña escala.
“Dicen que debes reparar tu techo cuando sale el sol. En ese sentido, debes aislar tu edificio cuando hay un exceso de capacidad en la industria de la construcción. Ahora es buen momento para un esfuerzo masivo y coordinado que involucre a políticos, industria, inversores y consumidores”, había adelantado Michael Liebreich en su columna anterior. Y ahora agrega: “Dirigir el dinero de estímulo hacia la modernización de edificios, electrodomésticos, vehículos y equipos industriales volvería a dar trabajo a una gran cantidad de personas y llenaría sus bolsillos con efectivo para gastar en sus comunidades. Al mismo tiempo, modernizaría nuestra base de activos productivos a largo plazo. También reduciría el riesgo a largo plazo de daños climáticos y brindaría una amplia gama de co-beneficios: desde una mejor calidad del aire hasta capacitación y una menor exposición económica a la volatilidad del precio del combustible. La eficiencia energética es la navaja suiza del gasto de estímulo”.
Entonces, la eficiencia energética debe estar en el corazón de una recuperación verde post-coronavirus, sin dejar de lado la inversión en energía limpia, transporte e infraestructura inteligente (estaciones de carga de vehículos eléctrico, transporte público, almacenamiento de energía). También hay que aprovechar este momento para fortalecer ciertos comportamientos que se generalizaron con las cuarentenas y que sirven para ahorrar energía, como las videoconferencias, el trabajo y la medicina remota.
Y para cerrar, el analista destacado de BloombergNEF asegura: “Finalmente llegó el momento de la eficiencia energética. Todos los drivers están listos: el desafío a largo plazo del cambio climático, las demandas a corto plazo del estímulo Covid-19, las tecnologías existen, los pilotos fueron realizados, y los impactos están probados. El modelo económico funciona, las métricas existen y el dinero está disponible. Los políticos se están uniendo, preparándose para actuar a una escala que nunca antes habíamos visto. Para el sector de la eficiencia energética, ha llegado la oportunidad. No dejemos que se escape”.
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