Colaboración de: Nora Méndez, directora de Fundación Aliat de Aliat Universidades
En memoria de Emilio Guerra Díaz, amigo generoso y apasionado promotor del voluntariado y las causas sociales.
Tomando como ejemplo la respuesta colectiva de los mexicanos ante los desastres naturales, suele decirse que somos un pueblo altamente solidario.
Lamentablemente, está efervescencia que nos emociona hasta las lágrimas en momentos de emergencia, suele perder su efecto rápidamente, privándonos de una enorme fuerza que traería grandes beneficios a nuestro país.
De acuerdo con cifras del INEGI, en México (un territorio con cerca de 130 millones de habitantes) existen actualmente sólo dos millones de personas involucradas en acciones de voluntariado organizado y no hay un registro claro del número de horas dedicadas.
¿Por qué importa? Porque en una nación como la nuestra, con problemas sociales y ambientales, tan diversos como urgentes, es fundamental sumar todos los esfuerzos posibles -ciudadanos, empresariales y gubernamentales- para contribuir a la construcción de un mejor estado para las actuales y siguientes generaciones.
Lo ideal sería que todos dedicáramos algo de nuestro tiempo al trabajo voluntario, pero aún un crecimiento modesto podría traer grandes consecuencias.
¿Se imaginan el impacto que podría lograrse si pasáramos de ese 1.5% de la población mexicana en actividades de voluntariado a un 5%, por poner un número? Serían 6.5 millones de personas dedicando parte de su tiempo a acciones de beneficio colectivo.
¿Y qué tal si lo hicieran de manera regular, digamos, una hora a la semana durante 40 de las 52 semanas del año? Tendríamos 260 millones de horas/persona ocupadas en apoyar acciones sociales o ambientales que tanto se necesitan.
Horas cuyo efecto podría multiplicarse, gracias a la sinergia que se genera en el actuar colectivo, donde el todo es mucho más que la suma de las partes.
Si los beneficios colectivos no nos motivan del todo, también podemos citar beneficios individuales del trabajo voluntario.
Diversos estudios señalan efectos positivos en la salud originados en la satisfacción de ayudar a otros; en el concebirnos útiles para los demás, por ejemplo: disminuyen los niveles de estrés/cortisol, con sus respectivas consecuencias en la presión sanguínea y niveles de azúcar, entre otros, además de tener un impacto importante en enfermedades como la ansiedad y la depresión, tan extendidas en el mundo moderno
Asimismo, la labor colectiva empodera a los voluntarios, al darse cuenta del gran impacto que pueden lograr en la comunidad al organizarse con otros. Esto es especialmente importante en el caso de estudiantes y recién egresados, pues les permite palpar de manera cercana cómo su profesión puede impactar la vida de más gente.
Aún más, por este efecto en los recién egresados, pero también por cuanto dice de su carácter y valores, cada vez son más las compañías que otorgan una valoración positiva a candidatos a puestos de trabajo que registran en su CV este tipo de actividades.
Afortunadamente, cada vez son más las oportunidades que tenemos para involucrarnos de alguna manera en la causa que más nos interese: desde la reforestación o limpieza de un espacio cercano, hasta el trabajo periódico en un hogar para niños o ancianos, o bien la (re) construcción de casas para poblaciones vulnerables o el rescate de animales abandonados, entre muchas otras.
Tú puedes elegir cuál es la que más te motiva. Lo importante es que te mueva a la acción concreta y no sólo a un activismo en redes que, si bien es importante para llamar la atención hacia algún tema, no tendrá el mismo impacto en ti ni en los demás.
Atrévete a involucrarte en acciones de voluntariado e invita a tus amigos. Te garantizo que, una vez que lo vivas, no querrás dejarlo nunca, pues no sólo estarás incidiendo en la vida de otros, sino sobre todo en ti mismo.
Después de todo, bien lo dijo Ralph Waldo Emerson: “Una de las más bellas compensaciones de la vida es que ninguna persona puede ayudar a otra sin ayudarse a sí misma”.