Por: Malú Hernández-Pons
Líder de Saber Nutrir en Grupo Herdez
«No le des un pez, enséñalo a pescar«, este proverbio chino encierra una afirmación fundamental: la verdadera ayuda no consiste en dar, sino en brindar herramientas para que las personas puedan generar sus propios recursos. Bajo este principio, en un mundo donde la asistencia social a menudo se mide en términos de ayudas inmediatas, los proyectos a mediano y largo plazo nos recuerdan que el camino más efectivo para generar un impacto constante y duradero es a través del conocimiento.
Es cierto que, en muchas regiones del país, las oportunidades laborales y el acceso a una alimentación balanceada pueden ser limitados. En este contexto, los proyectos de comercialización como los que instalamos en Saber Nutrir, no sólo significan una fuente de alimentación fresca y saludable (a través de invernaderos de fresa, nopal o jitomate, así como módulos de producción de borregos, aves o cerdos) sino también una posibilidad de independencia económica. Al aprender a cultivar sus propios alimentos o criar animales para el autoconsumo y la comercialización, las familias fortalecen su autosuficiencia y logran romper ciclos de dependencia.
«Al brindar capacitación, seguimiento y apoyo, se siembra la semilla del desarrollo sostenible»
No obstante, estos esfuerzos van más allá de la simple producción, ya que fomentan la colaboración, la transmisión de conocimientos y el arraigo a la tierra. Además, impulsan el aprovechamiento de recursos locales, un concepto que podemos aplicar en nuestro día a día, ya que, así como estas comunidades aprenden a obtener el máximo beneficio de lo que tienen a su alcance, todos podemos reflexionar sobre cómo hacer un mejor uso de nuestro entorno, ya sea reduciendo el desperdicio de alimentos, promoviendo el comercio local o incluso iniciando pequeños proyectos productivos en casa.
El verdadero valor de estas iniciativas radica en su impacto a largo plazo. No se trata sólo de donar insumos o instalar estructuras, sino de generar un cambio de mentalidad. Al brindar capacitación, seguimiento y apoyo, se siembra la semilla del desarrollo sostenible. Y al final, ése es el propósito: que cada comunidad, con el conocimiento adquirido, pueda seguir creciendo por sí misma, aprovechando lo que tiene y transformándolo en bienestar.
Estos proyectos nos invitan a replantear nuestra relación con los recursos y el entorno. No es necesario vivir en una comunidad rural para adoptar hábitos más sostenibles; cada persona puede comenzar en casa, reduciendo el desperdicio de alimentos, reutilizando materiales y fomentando la producción local. Así, el aprendizaje que se genera en estas comunidades transforma su realidad, y también inspira un cambio de mentalidad en la sociedad en general.
Cuando tengas la oportunidad de apoyar a algún programa que impacte en las comunidades sé consciente que irá más allá de la autosuficiencia alimentaria. Estarás aportando a una fuente de empoderamiento, donde las personas adicional a adquirir herramientas para su bienestar, también recuperan la confianza en su capacidad para prosperar. Al fortalecer la economía local y mejorar la calidad de vida, estas iniciativas siembran esperanza y motivación para las generaciones futuras, asegurando que el desarrollo sostenible sea una realidad perdurable en cada rincón donde se implementan.