Colaboración de: Nora Méndez, directora de Fundación Aliat de Aliat Universidades
Me gustan los inicios de año. Ese momento simbólico en el que damos la vuelta a la página y nos proponemos mejorar tal o cual aspecto de nuestras vidas.
Para casi todas las personas (9 de cada 10, dicen las estadísticas), los propósitos se quedarán sin cumplir; sin embargo, queda ese 1% para el cual sí será un momento fundacional para una nueva forma de vivir algunas de las múltiples facetas de sus vidas.
De acuerdo con los expertos, esto tiene que ver en gran medida con la forma en que planteamos nuestros objetivos: quienes sí lo logran suelen ir más allá de un enunciado vago (p. ej. Comer mejor), para establecerlo como una meta medible y con tiempos específicos a cumplir, que, si bien sea retadora, también sea realista y alcanzable.
Los propósitos de año nuevo más comunes tienen que ver con la intención de mejorar hábitos personales y relaciones significativas: hacer ejercicio, bajar de peso, dejar de fumar, ahorrar, viajar, convivir más con la familia, pasar más tiempo con mi pareja…, los cuales requerirán ser expresados en metas específicas semanales o mensuales para ir midiendo los avances y que realmente puedan llegar a cristalizarse.
Algo que también suele ayudar es vincularlos para no abordarlos de manera aislada, por ejemplo: evidentemente bajar de peso está asociado con comer mejor y hacer ejercicio, pero también podría estarlo con convivir más con la familia o pasar más tiempo en pareja, si es que decidimos hacer menús compartidos o ejercicio juntos, retándonos y motivándonos mutuamente, lo que también nos ayudará a persistir.
Un aspecto que está tristemente ausente en la mayoría de las listas de propósitos de año nuevo es el que tiene que ver con el involucramiento en causas sociales. Esta ausencia suele ser menos marcada en países con tradición protestante, pues tienden a contar con espacios de acción social como parte de su práctica religiosa.
En dichos países, involucrarse en voluntariado o apoyar alguna causa suele, al menos, aparecer en los últimos lugares de la lista de propósitos de año nuevo más frecuentes, lo que no ocurre en los países de América Latina.
Esto no quiere decir que los latinos seamos más individualistas; por el contrario, solemos ser caracterizados –y hasta caricaturizados— por nuestro comportamiento gregario, pero especialmente dirigido hacia nuestras familias. Festejamos en familia, pero también resolvemos problemas y enfrentamos retos con ella; los hacemos nuestros.
¿Qué pasaría si lográramos extender esta fórmula a los problemas y retos de la comunidad en la que nos insertamos? ¿Si pudiéramos ampliar nuestra visión, aunque fuera apenas hasta ese siguiente círculo concéntrico que abarca nuestra sociedad inmediata?
Sinceramente, creo que nos hace falta darnos cuenta de que esas dificultades también son nuestras y exigen que aportemos algo de nuestra parte para resolverlas. Ya sea que nos organicemos con los vecinos para arreglar ese terreno al final de la calle, a fin de que lo convirtamos en un pequeño parque, o bien que nos apuntemos para apoyar la alfabetización en una comunidad los fines de semana, lo cierto es que necesitamos entender que esos también deben ser nuestros propósitos si es que nos interesa vivir mejor.
Que entendamos que no podemos mejorar del todo si no logramos elevar también el bienestar de la colectividad en que nos insertamos; que de la colonia al país o al mundo entero, lo que hacemos o dejamos de hacer tiene un impacto directo en la calidad de nuestras vidas.
En temas como el cambio climático, la evidencia científica no deja lugar a dudas: es necesario que todos cambiemos hábitos personales y familiares para disminuir nuestra huella ambiental. Todo suma, para bien o para mal.
Cambiemos comportamientos y hábitos cotidianos, pero también busquemos contribuir a resolver problemas sociales concretos. Empecemos por pensar de qué forma puedo yo contribuir a lograr oportunidades más equitativas para todos; a disminuir la desigualdad prevaleciente.
Hagamos de este 2020 el año en que demos un valor especial a nuestro involucramiento con la comunidad. Organicemos algún grupo en torno a una causa específica o sumémonos al esfuerzo que realiza alguna organización social.
Las necesidades son enormes y requieren de todos, ¿te atreverías a incluir el involucramiento social como uno de tus propósitos para el año que comienza?