Durante los confinamientos de la pandemia de COVID-19, el funcionamiento de las economías y las sociedades se apoyó en la labor de trabajadores esenciales de ocho categorías ocupacionales: la sanidad, los sistemas alimentarios, el comercio minorista, la seguridad, la limpieza y el saneamiento, el transporte, las ocupaciones manuales y las técnicas y administrativas.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó un nuevo informe llamado Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo 2023: El valor del trabajo esencial, en el que cataloga a estas personas como “trabajadores clave”, denuncia su infravaloración histórica e insta a los países a reconocer su contribución mejorando sus condiciones de trabajo e ingresos y dándoles acceso a los sistemas de salud y protección social.
El texto destaca la importancia de estos trabajadores en el funcionamiento diario de las economías y subraya lo mucho que las sociedades dependen de ellos.
Sin embargo, sus condiciones laborales suelen ser malas, su salario está un promedio de 26% por debajo del de otros empleados y una tercera parte tiene contratos temporales. Además, las jornadas de trabajo son más largas que las de otro tipo de personal y casi el 60% carece de protección social en los países de renta baja y media. En los países de renta alta muchos de los trabajadores clave son inmigrantes.
Salarios más bajos, horarios más largos y otros déficits
A nivel global, los trabajadores esenciales están sobrerrepresentados en el empleo de baja remuneración, alcanzando el 29% de los que están mal pagados (entendiendo por mal pagado un salario inferior a dos tercios del salario medio por hora).
De media, los trabajadores de los sectores clave ganan un 26% menos que los demás empleados, y sólo dos tercios de esta diferencia se deben a la educación y la experiencia. En los sistemas alimentarios, la proporción de empleados esenciales mal pagados es especialmente elevada, un 47%, y en limpieza y saneamiento es del 31%.
Garantizar un trabajo digno
La falta de inversión, especialmente en los sistemas sanitario y alimentario, contribuye a un déficit de trabajo decente que socava tanto la justicia social como la resiliencia económica. Entre otras recomendaciones, el informe pide:
- Garantizar que los sistemas de salud y seguridad en el trabajo cubran todas las ramas de actividad económica y a todos los trabajadores, especificando claramente los deberes y derechos, mediante la colaboración entre el gobierno y los representantes de trabajadores y empresarios
- Mejorar la retribución para compensar la infravaloración de los trabajadores esenciales y reducir la brecha salarial entre éstos y los que no lo son, incluso mediante salarios mínimos negociados o establecidos por ley
- Garantizar horarios de trabajo seguros y predecibles a través de la regulación, incluida la negociación colectiva
- Adaptar los marcos jurídicos para que todos los trabajadores, independientemente de su situación laboral y sus acuerdos contractuales, estén cubiertos por la protección social, especialmente por la baja por enfermedad remunerada
- Aumentar el acceso a la formación para que los trabajadores esenciales puedan realizar su trabajo de forma eficaz y segura
El informe esboza un marco que los países pueden utilizar, como parte de un proceso de diálogo social, para identificar las lagunas en el trabajo digno y la resiliencia económica con respecto a sus trabajadores clave y servicios básicos, y desarrollar una estrategia nacional reforzada.
Con información de ONU noticias.
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