Por: GenÉthico
Como toda respuesta complicada, no tiene una solución sencilla y lo primero sería decir, depende de para qué. Entonces, si lo ponemos en el contexto de las bolsas de plástico o papel ¿cuál es la opción más ecológica?
El plástico se ha ganado a pulso su demonización. 800kg es la cantidad diaria de plástico que va a parar a los mares y océanos, lo que suponen 12 millones de toneladas de basura al año. Según el último estudio de Greenpeace, esto suponen 50 billones de fragmentos plásticos.
Estos residuos no sólo contaminan sino que provocan la muerte de miles de animales tanto por la ingesta como por su coexistencia en el hábitat.
Todos recordamos la imagen que realizó el fotógrafo John Cancasoli de una cigüeña atrapada por una bolsa de plástico en un vertedero de España.
¿Qué medidas hemos tomado para eliminar o reducir las bolsas plásticas?
Cuando todos hemos asumido que las bolsas de plástico son un peligro para la naturaleza y nos han obligado a pagar por ellas, podríamos intuir que a partir de ahora compraríamos más a granel (por eso de ahorrarnos también el paquete) y que haríamos la compra con nuestras bolsas de algodón.
Sin embargo, de nuevo, no ha resultado tan sencillo. Sí, son muchos los que han cambiado ya sus hábitos de consumo para hacer una compra más sostenible, pero son muchos más los que aún no lo han hecho.
Por otro lado, hemos empezado a impulsar alternativas que, a priori, eran más sostenibles que el plástico. Entre los argumentos fundamentales estaba la necesidad de recuperar el papel como una alternativa al plástico partiendo de la premisa que el material es más ecológico, biodegradable y sostenible. Si es marrón es eco ¿no?
El papel
La industria papelera suele argumentar estas ideas con datos como que la sustitución del plástico por el papel no tiene porqué implicar deforestación. Aluden a los últimos datos del Banco Mundial donde aseguran que el porcentaje del área forestal en España aumentó un 1,2% desde el 2004.
El 40,5% de la extensión forestal en España está protegida. Dados los incendios que se suceden de forma constante por todo el territorio y la ley del suelo, cuesta creer que tengamos suficientemente cuidados nuestros bosques.
Por otro lado, para producir papel se suelen usar maderas de pinos y eucaliptos. El hecho de que en España se planten de forma indiscriminada eucaliptos para la producción de celulosa pone en peligro a los bosques autóctonos.
La extracción del papel puede tener certificaciones como la FCS, que asegura que la fibra utilizada procede de bosques gestionados de forma sostenible o que es de material reciclado. Además el papel es un recurso renovable y puede degradarse fácilmente.
Debemos recordar también que la industria papelera ocupa el 5º lugar en consumo de energía y utiliza más agua por cada tonelada de celulosa producida que cualquier otra. Producir una bolsa de papel implica quemar madera a altas temperaturas con productos químicos, lo cual contamina un 70% más el aire que en la producción de una bolsa de plástico, y un 50% más el agua. Además, fabricar una bolsa de papel supone una huella hídrica 3 veces superior que la de plástico. Todo ello supone que, para compensar su impacto medioambiental, deberíamos utilizar la bolsa de papel 3 veces respecto a la de plástico.
Sin embargo, juzgar la sostenibilidad sólo por el material y su degradación es un error. Recordemos que los materiales biodegradables sólo cumplen esta función en un entorno natural. Cuando llegan a un vertedero la cosa cambia. Tal y como lo explica muy bien la diseñadora creativa Leyla Acaroglu en una charla TED sobre sostenibilidad: en un vertedero los residuos se convierten en metano, un gas 25 veces más contaminante que el dióxido de carbono. Pero no sólo habla de eso, sino de la importancia de diseñar los productos desde la convicción de resolver problemas actuales y optimizar el uso de los recursos.
Por tanto, entender y analizar el ciclo de vida de los productos es clave para valorar su sostenibilidad, su impacto ambiental.
El plástico
Las bolsas plásticas nacieron en los año 60 como alternativa sostenible a las de papel ya que el coste energético de fabricarlas es ínfimo si las comparamos con las de papel. También pesan menos, concretamente, 10 veces menos, por lo que su transporte es más ecológico ya que se reduce la huella de carbono. El problema principal es que el 80% de los residuos que llegan al mar son plásticos.
En España, cada persona consume una media de 180 bolsas de plástico al año, lo que supone 340g de CO2 emitidos a la atmósfera anuales por persona. Sólo el 66,5% del plástico se recicla y un 12% se incinera para conseguir energía.
Es curioso como algunos informes en España determinan que el 70% de los encuestados considera más perjudicial para el medio ambiente la bolsa de plástico y mencionan como alternativa sostenible la bolsa de papel. Seamos críticos, si el informe lo patrocina la industria papelera…no sabemos hasta qué punto puede estar libre de intereses. Pasa lo mismo a la inversa, todas las empresas que tienen su mercado en la extracción de combustibles fósiles promoverán estudios que pongan de manifiesto las ventajas del plástico.
Por tanto, parece que el plástico está ganando la batalla.
El algodón
Las bolsas de algodón tienen una producción más compleja y un ciclo de vida con mayor impacto ambiental.
Si bien es cierto que hemos empezado a reciclar fibras de diversos tejidos, el algodón sigue cultivándose de forma intensiva con necesidades de extensión de terreno enormes y gasto energético importante. Asimismo, la generación de fibras de tejido provoca gases de efecto invernadero. A ello añadimos el consumo de hasta 40.000 litros de agua para producir 1kg de tejido. Esto supone una huella hídrica escalofriante.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que a nivel higiénico el algodón es capaz de retener patógenos, por lo que debemos lavar las bolsas con la misma frecuencia que un trapo de cocina. Para equiparar su impacto medioambiental al de una bolsa de plástico. tendríamos que hacer uno de la bolsa de algodón 131 veces.
Entonces… ¿cuál es la mejor opción?
Con todo ello, podríamos decir que una bolsa de plástico, reutilizada hasta el infinito y depositada en el contenedor correcto (el amarillo en España) para su reciclaje, es bastante sostenible. Sin embargo, la realidad es que el problema no reside ahí.
Reciclamos poco y mal. Si a esto le sumamos la cultura del “usar y tirar” tenemos una suma de factores, insostenible.
El plástico termina en lo océanos y se calcula que mata alrededor de 1 millón de aves marinas y más de 100.000 mamíferos marinos y tortugas. Por su parte, el papel provoca deforestación, jugando un papel clave en la destrucción de ecosistemas, y una mayor contaminación. Por último, el algodón consume cantidades ingentes de agua en su producción. ¿Qué hacemos entonces?
REDUCIR. Seguro que tienes bolsas en casa. NO COMPRES MÁS.
Esto podemos hacerlo extensible a todo. Ahora casi nadie se plantea comprar botellines pequeños de agua, casi todo el mundo lleva una botella reutilizable. Podemos hacer esto también con la taza del café o con la comida para llevar. El delivery será otro gran reto, pero no porque sea difícil debemos rendirnos, sobre todo cuando lo que está en juego es la vida, tal y como la conocemos.
Cualquier producto, sea del material que sea, requiere que pensemos en su durabilidad antes de adquirirlo. Asimismo es primordial que hagamos un uso eficiente del mismo y lo reciclemos adecuadamente cuando ya nos sirva.
Este artículo fue publicado originalmente en GenÉthico. Lea el original aquí.
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