Por: Malú Hernández-Pons,
Líder de Saber Nutrir en Grupo Herdez
A finales de mayo se celebró el Día Mundial de la Nutrición, fecha instaurada por la Organización Mundial de la Salud que tiene el objetivo de crear conciencia sobre la importancia de una buena alimentación; sin embargo, la mayor parte de las veces, sólo nos hacen voltear a ver a la población joven o adulta, buscando la reflexión únicamente para ellos, ya que son quienes toman las decisiones de consumo.
Por lo anterior, considero que debemos analizar, ¿qué pasa con las infancias? ¿Qué pasa con aquellos que no deciden cómo alimentarse y únicamente dependen de las elecciones de sus padres o cuidadores?
La nutrición infantil es un tema crucial que merece nuestra atención y acción inmediata. En México, la alimentación adecuada de nuestros niños es más que una cuestión de salud, es la base para el futuro del país. Garantizar que las infancias reciban una mejor nutrición para su crecimiento y desarrollo no sólo mejora su bienestar físico, sino que también impacta de manera significativa en su capacidad de aprendizaje y desarrollo cognitivo.
El tema es tan importante que se encuentra considerado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible con el número 2: Hambre Cero que, dentro de sus metas, busca poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año, así como acabar con todas las formas de malnutrición.
La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2022 señaló que, en México, el 37 % de los niños entre 5 y 11 años padece sobrepeso u obesidad. En contraparte, la desnutrición crónica (baja talla), continúa siendo el principal problema de nutrición entre los menores de cinco años, pues 14.2 % de este grupo de edad la padece. Estas estadísticas reflejan una realidad que debe ser abordada y transformada. La malnutrición, en cualquiera de sus formas, afecta el crecimiento físico y también puede tener repercusiones a largo plazo en la salud mental y el rendimiento académico.
Una dieta equilibrada y nutritiva desde una edad temprana es fundamental para prevenir enfermedades crónicas en la adultez, como diabetes y enfermedades cardiovasculares, que hoy en día representan un gran desafío para el sistema de salud mexicano. Aquellos que crecen con una alimentación rica en frutas, verduras, proteínas y granos enteros, tienen una mayor probabilidad de desarrollar hábitos alimenticios saludables que perduren toda la vida.
Del mismo modo, estudios han demostrado que los pequeños bien alimentados tienen mejores niveles de concentración, memoria y capacidad de resolver problemas, y en un país donde la educación es vista como un motor de desarrollo y progreso, no podemos subestimar el impacto de los alimentos en el desempeño académico.
No obstante, abordar la nutrición infantil no es una labor sencilla ya que requiere un enfoque múltiple, en el que es necesario promover políticas públicas que garanticen el acceso a alimentos saludables y asequibles para todas las familias. La educación nutricional debe ser una parte integral del currículo escolar, enseñando a los niños y a sus familias sobre la importancia de un régimen balanceado y cómo lograrlo con los recursos disponibles.
De manera individual podemos fomentar hábitos alimenticios saludables en casa y ser un modelo a seguir para los más pequeños. Del mismo modo, es vital que se promueva un entorno donde la comida sana sea accesible, atractiva y disfrutada por todos.
No se trata únicamente de evitar la desnutrición o combatir la obesidad, sino de crear una base sólida para que nuestras infancias crezcan saludables y preparadas para enfrentar los desafíos del mañana.
Procurar la nutrición infantil es invertir en el futuro de México y es una responsabilidad que debemos asumir con seriedad y compromiso. Empresas, gobiernos, asociaciones y comunidades debemos trabajar juntos para asegurar que este objetivo se cumpla, garantizando así un futuro prometedor para las nuevas generaciones.