Por: GenÉthico
La educación te abre un mundo de posibilidades que por ti mismo te costaría mucho dislumbrar. Es una idea clara y concisa, la enseñanza nos facilita caminos que no considerábamos posibles.
Todos nacemos en un contexto familiar, social y económico que condiciona tu percepción del mundo y de lo que puedes llegar a hacer en él. Tu ADN, tu “yo” que más se ajusta a la ciencia pura, no influye con tantísima fuerza en tu futuro como lo hacen el país de nacimiento, la capacidad económica de tu familia, las creencias, las costumbres y el entorno donde pasas tu infancia y adolescencia.
No nos ha hecho falta pasar una temporada en un campo de refugiados en África subsahariana o en la India para poner de manifiesto que, incluso en países enriquecidos, existen diferencias sociales que dificultan e impiden el acceso a la enseñanza (“gratuita” y obligatoria) de los menores.
La brecha digital, la falta de disponibilidad de entornos tranquilos dentro del hogar para el estudio, la carencia de soporte emocional y pedagógico, la escasa formación continua de los docentes, etc, han sido y serán el pan de cada día de miles de niños en España y en el resto de países. La pobreza es la mayor de las pandemias.
¿Está la educación anclada al pasado?
Si hacemos una retrospectiva educativa, hace nada que quitamos los símbolos religiosos de los centros, los tablones que alzaban la mesa del profesor para tomar esa mirada “desde arriba” sobre los alumnos, las sesiones de hora y media donde sólo el docente exponía y donde las reglas se usaban para algo más que para marcar la hipotenusa de un triángulo.
Las carreras como medicina siempre han exigido notas de corte muy altas para acceder a la universidad. Sin embargo, magisterio fue el saco roto de muchos que no llegaban a la nota para otras carreras o no tenían muy claro qué hacer.
¿Por qué consideramos que la salud de una persona vale más que su formación? ¿Acaso ambas no tienen relación? Por lo general, las personas con más y mejor formación tienen mayor capacidad de pensamiento crítico y, por tanto, tienden a tomar mejores decisiones. Esto también tiene un impacto directo en la salud de las personas. Por tanto, se podría decir que la salud de una país, y del planeta, también se mide a través de la salud intelectual de su población. Para lograr una buena salud intelectual y cultural, el acceso a una enseñanza de calidad es primordial.
Aprender para olvidar
En la historia, los docentes transmitían datos e información sobre matemáticas, ciencias, lengua… con el fin de “imponer” una forma de pensar, una única realidad. Las cosas eran como las contaban en el colegio, en la universidad. El aprendizaje a través del razonamiento, la experiencia empírica y el desarrollo colectivo experimental y experiencial han quedado casi siempre al margen.
Esta parte que desarrollaban las escuelas filosóficas de los antiguos griegos se perdió por el camino. Las escuelas han sido, y algunas siguen siendo, meros ejércitos infantiles que pretenden que todos salgan cortados por el mismo patrón. Adecuábamos y adecuamos los contenidos en función de lo que nos interesa que aprenda la población más joven. ¿Por qué? ¿Acaso no es el cuestionamiento por defecto de las premisas iniciales el principal elemento del pensamiento científico? Una idea inventada al 100%, desarrollada coherentemente como teoría estructurada y lógica, puede hacer que la gran mayoría de las personas crean en ella. Esto a su vez, puede crear mucho daño en una sociedad que se ve incapaz de poner en duda aquello que leen, escuchan y ven después en diversos medios de comunicación.
¿Por qué no enseñamos a los niños a fomentar un criterio propio? Los niños y niñas deberían ser críticos y autocríticos con la información que se les plantea. Deben entender que siempre hay diversos puntos de vista para una misma historia. Hay que motivarles a poner en duda aquello que se les enseña para que investiguen y aprendan a corroborar las informaciones que reciben. ¡Ojo! No se trata de entender la enseñanza como la entrega de información errónea, sino entender que no deben conformarse y aceptar sin filtros todo aquello que llegue hasta ellos.
¿Qué se debería esperar del profesorado?
El profesorado deberían ser las personas mejor preparadas en diferentes especialidades y con unas capacidades comunicativas e inteligencia emocional muy desarrolladas. En consecuencia, la remuneración en el campo de la enseñanza también debería ser más alta. Esto supondría recompensar la gran labor que hacen, así como serviría para motivar a los profesionales del sector. En otros países, como los países escandinavos (véase Finlandia), la profesión del docente es una de las más valoradas por la sociedad.
Al final, tan solo con personal altamente cualificado que disponga de formación continua de calidad y de las herramientas necesarias, conseguiremos formar a los profesionales del futuro con la mejor preparación posible.
No hay elemento más competitivo para un país que la competitividad de las personas que lo conforman. Éstas serán quienes diseñen el futuro y solventen los retos actuales.
¿Qué podemos hacer?
Doce profesionales educativos han generado una guía donde repasan estrategias y herramientas para conseguir que los alumnos sigan aprendiendo de forma exitosa a través de plataformas virtuales y a distancia, dada la situación actual de crisis sanitaria. Este decálogo lo ha llevado a cabo la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y pretende ayudar en un contexto específico y sobre un área concreta como es el entorno digital y el trabajo a distancia.
No obstante, debemos atajar los problemas de base: el acceso real a una educación realmente gratuita. En España se paga el material didáctico completo, desde libros hasta elementos de papelería, excursiones o talleres, etc. Muchos dirán que para que no tengamos que pagar esto se tendrían que subir los impuestos. Sin embargo, creemos firmemente que lo que hay que revisar es el reparto de los mismos. Quizás se debería plantear una mayor inversión en sanidad y educación y reducirla en estructuras políticas y armamento. Seguro que así salen las cuentas. 😉
Algunos de los elementos clave para tener un sistema educativo de calidad para preparar a las mujeres y a los hombres del futuro son:
- Pacto de estado para un sistema educativo de calidad.
- Políticas de mínimos claras para todas las comunidades autónomas que garanticen unos estándares de calidad a nivel nacional.
- Acceso real a la educación de calidad para todos los niños y niñas.
- Centros educativos igualitarios, inclusivos, laicos y públicos.
¿Qué exige el futuro?
¿Cómo preparar a los jóvenes de ahora para un futuro cambiante a velocidad exponencial si el sistema y la mayoría de los formadores siguen anclados en el pasado?
El futuro exige una capacidad de aprendizaje constante, resiliencia, cooperativismo, empatía y grandes habilidades sociales. Lejos de lo que muchos piensan, el contenido puramente académico llegará a muchas personas, pero quienes realmente nos ayudarán a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, a marcar el futuro del planeta y de las personas, serán aquellos que siempre estén dispuestos a aprender. Hablamos de personas que tengan una empatía altísima y hayan asumido que lo único estable que van a tener es la seguridad de que nada durará mucho tiempo, que todo cambia y todo fluye. Recuerda, nunca puedes bañarte dos veces en el mismo río y eso, es y será una constante.
Este artículo fue publicado por GenÉthico, lea el original aquí.
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