Por: GenÉthico
La paz forma parte del decimosexto Objetivo de Desarrollo Sostenible. El ODS 16 busca “promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles”.
Para hablar de este concepto, queremos destacar la segunda definición propuesta por la RAE: “relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos”. En efecto, se trata de encontrar un punto de entendimiento y compromiso que piense en el bien común y la solidaridad entre individuos.
Nos hallamos en un mundo cada vez más dividido y con desigualdades en incremento. Mientras que unos países gozan de riquezas, desarrollo, tecnología, paz y seguridad, otras partes del mundo se sumergen en guerras, conflictos, hambruna y una pobreza extrema.
Un desarrollo sostenible pasa por promover la igualdad y la seguridad de todas las personas sea cual sea su país de origen, de residencia, su género o su religión.
Cifras
En 2019, según datos de ACNUR, se contabilizaron unos 79,5 millones de personas refugiadas como consecuencia de guerras, conflictos violentos y violaciones de sus derechos humanos. Esto supone un 1% de la población mundial actual. Estos casos de violencia provienen de una persecución por cuestiones de religión, etnia, género u opiniones políticas.
El principal país de origen de personas refugiadas en el mundo es Siria, con 6,6 millones de personas, seguida de Venezuela que contabiliza la mitad de personas refugiadas. En cuanto a los países de acogida de refugiados, el primer lugar se sitúa Turquía, con 3,5 millones de personas, duplicando la cifra del siguiente país en el ranking, Colombia. En el top 10 de estos países, tan sólo encontramos uno perteneciente a los países definidos como “enriquecidos” (Alemania). Un 85% de los refugiados se hallan en países empobrecidos.
Las guerras, conflictos y otras persecuciones violentas provocan miles y miles de muertes cada año. Ya no hablamos únicamente de las cifras de fallecidos a consecuencia de los conflictos mismos, sino durante la huida de muchas personas tratando de cruzar fronteras con el fin de llegar a un país más seguro que les ofrezca asilo.
Así mismo, cuando hablamos de paz, nos referimos a erradicar cualquier forma de violencia. A día de hoy, por ejemplo, aún existen 49 países en el mundo que carecen de leyes que protejan a las mujeres de la violencia doméstica. 49 de 194 reconocidos, eso es alrededor de un 20%.
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¿Se invierte suficiente en la paz?
Los conflictos son cada vez más complejos, tienen una mayor duración y tienen mayores consecuencias. Desplazamientos, hambruna, pobreza, muertes, …
Según el informe del Banco Mundial Fragilidad y Conflicto, mencionado por la ONU, el 20% de la población de Oriente Medio y del Norte de África vive cerca de un conflicto. Esto resulta en unas consecuencias a nivel humanitario que sobrepasan las cifras de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, la cifra de personas con riesgo de muerte por inanición han llegado a duplicarse.
La pandemia de COVID-19 que estamos viviendo actualmente tan sólo refuerza y empeora los resultados extraídos de las guerras y conflictos. De hecho, el mismo informe estima que para el año 2030, dos tercios de la población mundial que vive en la pobreza extrema lo hará en zonas y países afectados por conflictos violentos.
Esta pobreza extrema se traduce a su vez en un aumento del trabajo infantil. En efecto, la disminución drástica de los ingresos de las familias hace que éstas dependan del trabajo de los niños para su supervivencia. Esto repercute en la educación de los niños y niñas y vulnera sus derechos fundamentales.
El cambio climático se percibe como otro factor determinante a la hora de generar inseguridad. El Secretario General de las Naciones Unidas destaca que de los 15 países que tienen mayor riesgo de sufrir el impacto negativo del cambio climático, 8 tienen una misión de mantenimiento de la paz de la ONU o una misión política.
Invertir en paz, significa invertir en un futuro sostenible que impulse el fin de la pobreza (ODS 1), el hambre cero (ODS 2), una educación de calidad (ODS 4), el acceso al agua potable y al saneamiento (ODS 6) y un largo etcétera.
La alimentación, factor clave para lograr y asegurar la paz
El director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) señalaba que actualmente hay unos 690 millones de personas que pasan hambre cada día. La situación actual mundial, marcada por catástrofes climáticas, la pandemia de COVID-19 y numerosas guerras y conflictos, conlleva que 270 millones de personas estén a punto de caer en un estado de inanición. Esta pandemia generada por la hambruna empequeñecería el impacto que está teniendo actualmente la pandemia de la COVID-19.
Sin embargo, cabe destacar que, como en la mayoría de los acontecimientos negativos, son las poblaciones más vulnerables las que pagan los platos rotos de unos pocos privilegiados. Cuesta imaginar una pandemia de hambre en un mundo aparentemente tan evolucionado, capaz de viajar por el espacio, comunicarse de forma virtual o telefónica de una punta del mundo a otra o … .
Tan sólo se necesitan 500 millones de euros (apróximandamente un billón de pesos mexicanos) para salvar a 30 millones de personas de la hambruna. Decimos tan sólo porque únicamente en España eran 23 las personas, en 2019, que superaban la barrera de los 1,000 millones de euros en su cuenta. Sin embargo, preferimos permitir que el hambre se emplee como arma política ¿Cómo puede ser que en un mundo tan rico no seamos capaces de cubrir un derecho universal como lo es el derecho a la alimentación?
¿Qué necesitamos?
El mundo requiere una mayor inversión económica para promover la paz y la seguridad, así como impulsar la ayuda humanitaria y el desarrollo igualitario en los países más vulnerables.
Otro elemento clave es el papel de la mujer para alcanzar la paz, así como lo es en el alcance de un desarrollo sostenible.
Por otro lado, tratados como el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, son una muestra clara en la apuesta por la paz mundial. Este tratado es el primer acuerdo firmado por varios países a favor del desarme nuclear en más de dos décadas.
En efecto, las armas nucleares son cada día que pasa una mayor amenaza para el mundo entero, tanto para la humanidad como para el planeta. Su existencia va en contra de la igualdad, en este caso entre países, y, por tanto, de un desarrollo sostenible. Su uso supondría una catástrofe sin precedentes y el fin del mundo como lo conocemos. No obstante, queda mucho por hacer si todavía hay potencias nucleares, como Estados Unidos o Rusia, que no lo han firmado.
Este artículo fue publicado por GenÉthico, lea el original aquí.
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