Por: Daniela García González
Basta unos minutos en redes sociales como Instagram, TikTok o Facebook para que te aparezca algún contenido con los llamados hauls o get ready with me, en donde el consumismo brilla con su gran protagonismo. Es común ver influencers destapando paquetes con prendas de ropa, en su mayoría de fast fashion, haciendo ver lo importante que es “estar a la moda” y lo fácilmente desechable que resulta cada prenda con el cambio de temporada; sin embargo, se estima que actualmente hay suficiente ropa en el mundo para vestir a seis generaciones sin necesidad de elaborar más.
Cada año se producen alrededor de 100,000 millones de prendas y se calcula que el 85 % de la ropa termina en vertederos o es incinerada. Adicional, muchas prendas sólo se utilizan entre 7 y 10 veces antes de ser desechadas.
Y sí, es cierto que el influencer promedio seguramente está realizando una colaboración en donde el interés ambiental no es su foco y la persona que decide hacer compras tras este bombardeo de publicidad tampoco piensa en el impacto que esto ocasiona en el ambiente. También es cierto que es fácil deslindarse de esta responsabilidad creyendo que “las prendas de todos modos ya existen”, así que los culpables son las empresas, no obstante, en este mundo en el que nadie quiere hacerse cargo, ¿de quién es responsabilidad?
La respuesta más sencilla es: DE TODOS. Pese a que nos han hecho creer que el cambio únicamente depende de nuestras decisiones de compra, el problema principal viene de las empresas, no sólo del consumidor, ya que la realidad es que las grandes marcas son las que diseñan un modelo de producción y consumo insostenible, escondiéndose tras la “alta demanda”.
En este mundo en el que nadie quiere hacerse cargo, ¿de quién es responsabilidad?
A nivel gubernamental, las leyes en México se están quedando cortas y es que, pese a que la conciencia sobre el impacto ambiental de la industria textil está creciendo, aún no existen regulaciones estrictas. De momento, únicamente contamos con la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos, que establece las bases para la gestión de residuos y aunque no está enfocada exclusivamente en la industria textil, sí regula los residuos sólidos urbanos, incluyendo éstos, no obstante, su implementación es limitada y no aborda específicamente la sobreproducción ni la responsabilidad de las empresas en cuanto al reciclaje.
Como buenas prácticas, se pueden seguir las implementadas en la Unión Europea que están impulsando leyes para hacer que la ropa sea más duradera, reciclable y menos contaminante, a través de medidas como: 1.- la responsabilidad extendida del productor (EPR), que busca que las marcas financien la recolección y reciclaje de la ropa que producen. 2.- Prohibición del greenwashing: donde las empresas no pueden hacer publicidad engañosa sobre sostenibilidad y 3.- Etiquetado obligatorio que tenga información sobre su impacto ambiental.
Otra buena práctica se realiza en Francia, que fue el primer país que prohibió a las marcas destruir ropa no vendida y es que antes, muchas prendas nuevas terminaban en la basura o eran quemadas. Ahora, las empresas deben donarlas o reciclarlas. Del mismo modo, incentivan la reparación de ropa con subsidios para los consumidores, al igual que en Suecia, donde el gobierno reduce impuestos en servicios de reparación de ropa, promoviendo que la gente arregle sus prendas en lugar de comprar nuevas.
Y aunque mucho se habla de que el impacto que puede hacer un individuo vs el de una empresa, es microscópico, incluso en este artículo, mi opinión es que seguimos formando parte de esa responsabilidad y podemos tener un impacto y poder significativo. Si está en tus posibilidades, te exhorto a comprar menos, pero de mejor calidad (esto significará invertir en piezas atemporales que puedas usar durante más tiempo), prefiere marcas sostenibles que involucren en su producción materiales reciclados, y procesos de producción éticos. Desde casa, antes de desechar una prenda, intenta repararla o reutilizarla.
Y aunque la verdadera solución vendría de regulaciones más estrictas y cambios en los modelos de negocio, como un buen dominó acomodado, si una pieza cae, las demás la seguirán; así que te invito a que seas ese primer movimiento que genere un impulso contra el desperdicio textil
Haz cambios en los hábitos de lavado y es que el lavado de ropa es una de las fuentes principales de micro plásticos y de desgaste de las prendas, para evitarlo puedes lavar con menos frecuencia, usar bolsas de filtro de micro plásticos que reducen la cantidad de residuos que llegan a los océanos, así como optar por lavar con agua fría para ahorrar energía y reducir el impacto de las telas.
Y aunque la verdadera solución vendría de regulaciones más estrictas y cambios en los modelos de negocio, como un buen dominó acomodado, si una pieza cae, las demás la seguirán; así que te invito a que seas ese primer movimiento que genere un impulso contra el desperdicio textil. Adoptemos modelos de economía circular y aprovechemos la presión social y las redes para obligar a que todos los actores involucrados tomen medidas más responsables.