Por GenÉthico
El feminismo desmonta los cimientos en los que hemos basado la sociedad y es por ello que queremos contar su historia.
Somos muchos a los que la historia nos parecía “un rollo” en el colegio. Desde luego mucho tiene que ver con cómo se establece la enseñanza, la cuál no ha cambiado mucho desde la época de nuestros padres. Sin embargo, si que lo ha hecho el entorno laboral, la irrupción de las nuevas tecnologías y la capacidad de acceso a la información de los alumnos. Aun así, seguimos estructurando conocimientos que quizás nos han servido hasta hace unos años, pero que ahora no.
La historia, contada desde todas las miradas, nos amplía la perspectiva de la situación, de los hechos y tiene el valor de ayudarnos a no caer en los mismos errores. Nos ayuda a situar el entramado y la sucesión de acontecimientos por los cuales se llegaron a los resultados que después se plasman en los libros.
Hay una reflexión que nos gusta mucho y es que, los expertos, las personas que redactan los libros, las leyes o que establecen una mirada de la sociedad, también son personas con unos parámetros e influencias muy claras. Nadie está exento de patrones que condicionan nuestra conducta, nuestras ideas o nuestro carácter. Es cierto que podemos ir moldeando dichos patrones, pero lo principal para poder hacer eso es la libertad de pensamiento crítico. Hemos nacido y nos hemos criado en un contexto concreto y cuestionar estas bases hace que nos sintamos inseguros ya que es lo que hasta ese momento nos aportaba un entorno de cierta tranquilidad y comodidad.
Inicios
Si miramos el feminismo desde la perspectiva histórica se trata una corriente joven. Tan solo 300 años atrás empezó este movimiento cuando un grupo de mujeres detectaron la opresión que sufrían por el mero hecho de ser mujeres.
Son muchos los libros que se han escrito a cerca tanto del feminismo, como de su historia, sus efectos y sobre la lucha de cientos de mujeres.
Como bien decíamos, tan solo hace 300 años del comienzo de esta lucha. Sin embargo cuando eres el sector oprimido, cada día cuenta. ¿Verdad que cuando uno se encuentra mal y espera en una sala de urgencias cada segundo se hace eterno? Para nosotras, las mujeres, es lo mismo. Cada día seguimos sufriendo situaciones que deberíamos haber superado hace tiempo. Como decimos siempre, uno puede realizar acciones poco éticas y dañinas sin ser conocedor del daño que efectúa. No obstante, cuando tienes el conocimiento, el deber de cambiar tus actos se hace inmediato.
El feminismo es un movimiento social que persigue la IGUALDAD entre hombre y mujeres. Lo ponemos así, en mayúsculas, porque seguimos escuchando opiniones como: “Yo no soy machista ni feminista, yo quiero la igualdad”
Pues bien, el término feminista, precisamente por lo que promueve, también ha sido víctima del machismo. Feminismo y machismo tienen una fonética similar y eso conlleva a confusión y a una fácil manipulación de muchos sectores profundamente conservadores, machistas, que han querido aportar connotaciones negativas al Feminismo.
Lo que muchos piensan que es el feminismo (la superioridad de la mujer con respecto al hombre) se denomina hembrismo.
Terminología
El feminismo, como toda corriente o movimiento social y político ha tenido diversas etapas. No obstante, antes de comenzar dichas etapas es importante seguir haciendo el ejercicio de repasar términos que nombramos a menudo pero que a veces perdemos el foco de lo que realmente significan.
- Sexismo. Consiste en pensar que las personas tienen habilidades y capacidades diferentes en función de si son hombres o mujeres.
- Machismo. Es la forma de entender el mundo donde se cree fielmente que los hombres son superiores y mejores que las mujeres.
- Patriarcado. Se trata de una forma de organización política y social que otorga una ventaja considerable a los hombres y que, además, no permita decidir con plena libertad a las mujeres sobre sus vidas.
- Orden establecido. Es la organización que existe en la sociedad donde se establece cómo deben ser tanto las relaciones sociales como políticas y económicas.
- Privilegios. Se trata de las ventajas que la sociedad y dicho orden establecido otorga a algunas personas. En el caso de la sociedad machista, los hombres tienen privilegios frente a las mujeres. Las personas heterosexuales tienen privilegios frente a las personas homosexuales, las personas caucásicas frente a cualquier otra, incluso dentro de los mismos colectivos, tu condición económica también te otorga una serie de privilegios.
- Día de la mujer. Los orígenes de este día remontan al siglo XIX donde el mundo industrializado de la mujer empezó a alzar la voz. No podían manejar sus cuentas, no tenían derecho a voto y tenían una esperanza de vida inferior a los hombres por los partos y los malos tratos. En 1848 se produjo la primera convención nacional por los derechos de la mujer que fue liderada por Elizabeth Cady Staton y Lucretia Mott. Lograron reunir a cientos de personas en esta lucha donde reclamaban los mismos derechos entre hombres y mujeres. La antesala a este señalado día se establece, según los historiadores, en la primera marcha de las mujeres en Nueva York en 1908. En ella, 15.000 mujeres se manifestaron para exigir mejoras laborales y el derecho al voto. Por aquel entonces, en EEUU otorgaron el 28 de Febrero como Día Internacional de la Mujer, pero fue la alemana Clara Zetkin quien impulsó la idea de conmemorar un día de la mujer a nivel global. Pasó al 19 de Marzo donde también se conmemoraba la protesta contra la I Guerra Mundial. A partir de entonces se suceden diversas fechas e incluso se realizan actos durante varias semanas. Finalmente, en 1975 se declara el 8 de Marzo como el Día Internacional de la Mujer por las Naciones Unidas.
- El color violeta. Hay diferentes elementos, el principal, que es el color que usaron las sufragistas londinenses. Por otro lado, dice la leyenda que emanaba un humo violeta de la fábrica textil donde tuvo lugar un terrible incendio el 25 de Marzo de 1911, causando la muerte de 123 mujeres migrantes que trabajaban en condiciones de exploración extrema.
La historia del feminismo es una historia de lucha contra la opresión. Ya en 1405, Christine de Pizan escribió el libro “La ciudad de las damas” y muchas otras antes que ella firmando con seudónimos todo tipo de obras de arte que retrataban estas perspectivas.
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Primera ola
El siglo XVIII, la ilustración, es el punto de partida del feminismo actual donde autores como Rousseau relegaban el papel de la mujer. En la famosa Revolución Francesa se establecieron los Derechos del Hombre y el Ciudadano. En contra partida, Olympe de Gouges (Marie Gouze) escribe la “Declaración de los Derechos de la Mujer y Ciudadana”. Es entonces cuando se empieza a generar literatura en favor de la mujer.
Algunos hombres líderes, como Nicolas de Condorcet, van a ser ejemplos en la defensa de los derechos de la mujer. No obstante, hasta el siglo XX con la aparición de Mary Wollstonecreft, no se va a denunciar abiertamente este papel relegado de la mujer. Ella aportó un componente esencial al feminismo dotando a su obra de “vindicación” en lugar de describirla como un “memorial de agravios”. Nos referimos a la obra publicada en 1792 “Vindicación de los Derechos de la Mujer”. Ésta hace aún más hincapié en la ausencia de escucha y entendimiento por parte del poder legislativo y de la sociedad en general. 3 años antes las mujeres habían enviado los llamados “Cuadernos de quejas” a la Asamblea, pidiendo el derecho al voto, la reforma de la familia y protección.
Esta primera ola sufragista se concentraba en el derecho al voto, el mismo derecho a la propiedad que ya poseían los hombres, la capacidad de obrar y la igualdad en el matrimonio.
En esta época se realizó la Convención de Seneca Falls donde se firmó un manifiesto. Asimismo, tuvo lugar la lucha de las sufragistas de Inglaterra lideradas por Emmeline Pankhurst. Otro acontecimiento relevante en esta primera ola fue la abolición de la esclavitud que tiene una influencia enorme en el movimiento feminista.
Segunda ola
Se sitúa a principios de la década de los 60 hasta finales de los 80 coincidiendo con el inicio del Movimiento de Liberación de las Mujeres en Estados Unidos. Esta segunda ola centra sus reivindicaciones en aspectos como la sexualidad, la familia, el trabajo y el derecho al aborto. Aunque no fue hasta 100 años después de la declaración de Seneca Falls que se realizó la Declaración de los Derechos Humanos, en 1948, cuando se reconoció el sufragio femenino como derecho fundamental. No obstante, en la actualidad, todavía existen países, como el Vaticano, en los que no está permitido. Curiosa moraleja cuando se supone que todos somos iguales a los ojos de Dios.
Si realizamos una mirada a España, Clara Campoamor pudo votar en 1933 aunque la igualdad duró poco, ya que con la dictadura lo volvimos a perder todo. No podíamos viajar, abrir una cuenta bancaria sin el permiso de un hombre… Hasta 1977 no se recuperó el sufragio femenino.
Retomando esta segunda ola del feminismo, la publicación de la estadounidense Betty Friedan llamada “La Mística de la Feminidad” empieza a articular una nueva agenda entorno a los derechos reproductivos de la mujer.
Tercera ola
Las mujeres de la tercera ola ya son más independientes e individuales. Trabajan desde la diversidad para redefinir aspectos del feminismo. Comenzó a principio de los 90 y terminó sobre 2013. Se asocia esta tercera ola a acontecimientos como el testimonio de Anita Hill del 1991 donde un Comité Judicial del Senado constituído exclusivamente por hombres blancos escuchó el relato de acoso sexual provocado por Clarence Thomas (Nominado para la Corte Suprema de EEUU) a Anita Hill.
Thomas fue nombrado ante la Corte Suprema y Rebecca Walker -escritora, feminista y activista estadounidense,- respondió a dicho nombramiento con un artículo donde escribió:
“Así que escribo esto como una súplica a todas las mujeres, especialmente a las mujeres de mi generación: permitan que la confirmación de Thomas sirva para recordarles, como a mí, que la lucha está lejos de terminar. Deje que este rechazo de la experiencia de una mujer lo lleve a la ira. Convierta esa indignación en poder político. No vote por ellos a menos que trabajen para nosotras. No tenga relaciones sexuales con ellos, no rompa el pan con ellos, no los alimente si no le dan prioridad a nuestra libertad de controlar nuestros cuerpos y nuestras vidas. No soy una feminista post-feminista. Yo soy la tercera ola”
Es una declaración de intenciones en toda regla. La lucha no ha terminado porque la igualdad no ha llegado.
Cuarta ola
Nos encontramos en ella y plantea una adaptación clara al momento histórico en el que vivimos. Es la unificación de todos los movimientos.
Como decíamos antes, siguen existiendo lugares en el mundo donde las mujeres no pueden votar. Asimismo, seguimos siendo muchos millones menos las propietarias de tierras, inmuebles y puestos de dirección o mando. Seguimos sufriendo discriminación por género en los puestos laborales, así como incompatibilidad entre maternidad y entorno laboral. También somos el porcentaje mayoritario de personas que nos dedicamos al sector de los cuidados. E incluso siendo un trabajo remunerado, es de los peores pagados, de los que más actividad en B existe, sin hablar de la explotación sexual. Y sobre todo, que no se nos olvide que en TODOS los países del mundo nos siguen asesinando por el mero hecho de ser mujer.
Se habla mucho de violencias falsas y del maltrato también hacia los hombres para intentar seguir anulando al feminismo, pero los datos hablan por sí solos. Con los datos que conocemos desde 2009 hasta 2016 se interpusieron 1.055.912 denuncias por violencia de género, sólo el 0,0075% fueron falsas, es decir 79 denuncias de 1.055.912.
Las últimas cifras hasta 2019 hablan por sí mismas. El número de víctimas de violencia machista creció un 3,6% el pasado año. Para nada estos datos establecen un avance en la lucha feminista sino que determinan, más que nunca, la necesidad de no perpetuar esta injusticia.
Este artículo fue publicado por GenÉthico, lea el original aquí.
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