Compartimos esta nota como colaboración con el Grupo de Acción Climática, un equipo interdisciplinario que busca impulsar la agenda hacia una mitigación y adaptación efectiva del cambio climático. Este proyecto es desarrollado por Mauro Accurso y si te gustó su contenido puedes suscribirte para recibirlo semanalmente en este enlace.
Mientras esperamos que el triunfo de Biden-Harris se traduzca de verdad en una descarbonización más acelerada y crece el momentum para una recuperación verde post-COVID, vale la pena analizar cuáles son los desafíos de raíz para enfrentar la crisis climática y ecosistémica. En el sector privado, el foco está puesto en los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG, o ESG según sus siglas en inglés) que hay que considerar junto con los clásicos criterios financieros para analizar la performance de una empresa.
Estos factores ASG cada vez son mirados más de cerca por los grandes inversores como BlackRock y la empresas necesitan mostrar al mercado que sus operaciones serán resilientes al cambio climático y podrán aprovechar las nuevas oportunidades de negocio que pueden surgir en este contexto. Pero el gran defecto que tiene toda la comunidad de sostenibilidad corporativa es que redireccionar el capital, y la economía en general, hacia un camino más “verde” no es suficiente para frenar el impacto ambiental global.
“Para usar una metáfora automovilística, la comunidad ASG tomó el volante de la economía global para girarlo hacia una dirección más verde, pero se dió cuenta que el volante no está bien conectado a las ruedas y no estamos yendo en la dirección deseada. El problema principal es que el mercado se basa en un marco contable que está desconectado de la realidad física. El mercado registra nuestras transformaciones físicas de ‘ordenamiento’ del mundo que consideramos beneficiosas, pero excluye el ‘desorden’ entrópico complementario que acompaña cualquier transformación de materia y energía. ‘Valoramos’ la cabaña de madera que nos protege, pero no el daño al bosque”, explica Duncan Austin, investigador y experto en inversiones sostenibles, en un artículo de la revista Responsible Investor titulado “¿La comunidad ASG debería ver la sostenibilidad como un problema de arenas movediza?”.
Ya que el mercado no contabiliza la realidad física del planeta, el autor (MSc de economía ambiental en UCL y socio de Generation Investment Management) considera que las estrategias de ASG de las empresas no pueden ser demasiado efectivas. Nos enfrentamos a una paradoja de transformación, donde buscamos frenar la crisis climática y ecosistémica yendo con urgencia hacia una economía verde pero sin reconocer que este cambio también desestabiliza el ambiente. “Mientras perseguimos productos y procesos más verdes, lo que la Tierra registra es simplemente más desorden de materia y energía inducido por los humanos, sin tener ni idea de que un porcentaje mayor de esa actividad es ‘más sostenible’. Nosotros decimos ‘más verde’, la Tierra dice MÁS”, detalla Austin. La visión corporativa sigue confiando demasiado en el poder de la tecnología y la riqueza para resolver los problemas (sin terminar de entender las enseñanzas de la curva de Kuznets) sin considerar los límites biológicos.
La sostenibilidad ecológica es un problema de arenas movedizas: nuestro sistema económico con el PIB como principal medida de éxito y una contabilidad que nos ciega a los impactos ambientales, nos imposibilita entender que nos encontramos en una paradoja de transformación y que mientras tratamos de escapar del problema, nos enterramos cada vez más. Y si miramos cómo estamos sobrepasando los límites planetarios, ya estamos bastante enterrados en arena.
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En vez de acelerar nuestras estrategias actuales, bajo la analogía de la arena movediza, el autor propone 3 remedios interconectados: frenar, reconectar y re-equilibrar.
1. Frenar! Cuando estás en arenas movedizas, el primer paso es parar. Estamos acostumbrados a pensar en acciones, productividad y reconstrucción pero frenar o desacelerar es la forma de ganar tiempo para que nuestros sistemas naturales puedan regenerarse. La comunidad ASG debe revisar sus acciones directas (y las acciones indirectas que generan) y analizar cómo impulsan el ritmo actual de consumo de materiales y energía. Por ejemplo, el experto en energía Vaclav Smil suele argumentar que seguir usando tu auto por el mayor tiempo posible es mejor para el planeta que constantemente cambiarlo por el último modelo más verde. La pandemia nos mostró que algunos de nuestros problemas no pueden resolverse con un crecimiento económico continuo. El freno que nos forzó a realizar COVID-19 fue sorpresivo, abrupto y caótico pero una desaceleración más ordenada y equitativa para evitar la transformación de materia y energía (y sus consecuencias socioeconómicas) es posible.
2. Reconectar. Si podemos frenar y desacelerar, entonces podemos trabajar en reconectar, sobre todo con la realidad física del planeta y sus límites ecosistémicos. Que nos tiren una soga atada a tierra firme es clave si estamos enterrados en arena movediza. Los mercados han moldeado la realidad física pero sin tenerla en cuenta en su totalidad. “La preguntas que plantea el Antropoceno es si el modelo es sostenible o si simplemente fue exitoso por un rato porque empezamos el experimento con stocks grandes de ‘capital natural’ que recién ahora están mostrando señales de agotamiento”, agrega Austin. El mercado actual niega los costos ambientales pero si esos costos al final nos afectan a nosotros (en forma de eventos extremos, desastres naturales, sequías, inundaciones, hambre), ya no podemos seguir ignorándolos. La unidad de supervivencia es el organismo sumado al ambiente: tenemos que reconectar nuestros sistemas de comportamiento (mercados, normas y leyes) con la realidad. Esta adaptación se puede beneficiar de más mercado (si le enseñamos al mercado el verdadero valor de las entidades naturales) y también de menos mercado (imponiendo límites de explotación en ciertas áreas con instituciones fuertes). “Ambos enfoques son consistentes con un retroceso mesurado desde una cultura dirigida por el mercado a una cultura que utiliza los mercados de forma más consciente como una simple herramienta. Pero ese retroceso es probable que sea resistido por los que se benefician del status quo, cualquier reconexión también requerirá un reequilibrio subyacente”.
3. Re-equilibrar. A lo largo de la historia, los humanos nos hemos organizado de diferentes formas y la tensión principal siempre fue entre los intereses del individuo y los del grupo. Hoy, esa tensión se manifiesta en la confrontación entre las corporaciones y el gobierno. La narrativa de que los mercados son la solución y el gobierno es el problema se impuso en las últimas décadas pero ahora tenemos un problema de un bien común global (la atmósfera) de una escala sin precedente que las corporaciones no pueden resolver por sí solas. “Buscamos remediar la susceptibilidad del gobierno a cometer errores por intervención favoreciendo un mecanismo de mercado que, por su contabilidad incompleta, comete errores de omisión. Por suerte, las deficiencias institucionales son complementarias: los gobiernos y mercados pueden actuar como correctivos entre sí. Pero el equilibrio es supremo”, asegura Austin. Entonces, necesitamos lograr un nuevo y mejorado equilibrio entre el mercado y sector público para organizar nuestra sociedad: “A pesar de las dificultades, solo los gobiernos tienen el poder de mercantilizar y asignar nuevos derechos de propiedad y protecciones a nuestro ecosistema natural y así reconectar nuestros comportamientos con la realidad termodinámica”.
Ahora bien, las implicancias estratégicas para la comunidad ASG no pueden ser simplemente apostar por avances tecnológicos y nuevos modelos de negocio, sino ser más proactivos en tratar de arreglar el problema sistémico del modelo, mejorar el mercado y el contexto cultural. Un buen comienzo sería enfocarse en las políticas climáticas que necesitamos más que en obtener una tajada más grande de ganancias en el rubro “verde”.
El propio Business Roundtable de EEUU está alineado con una visión de trabajar junto al gobierno para medidas como un precio al carbono que brinden una señal de la realidad ambiental al mercado. Por más que parezcan estar ahora más concientizados del problema, los CEOs están sumergidos en la maximización del valor a corto plazo y será difícil que lideren una transformación tan amplia sin presión del gobierno y la sociedad civil.
Para tratar de solucionar este dilema, el proyecto Drawdown Labs busca probar cómo el sector privado puede ir más allá del enfoque de “hacer menos daño” y reducir la huella de sus operaciones a una estrategia para utilizar todos sus recursos, influencia, empleados y clientes para solucionar la crisis climática. El objetivo es llegar a cero emisiones netas de carbono de forma rápida, segura y justa con un liderazgo corporativo en soluciones climáticas que alcance una escala sin precedentes buscando las palancas que faciliten la acción y las barreras que la están frenando. Lo interesante del enfoque es que buscan que los empleados de las distintas empresas trabajen en conjunto con sus clientes o usuarios: “Conectamos la estrategia de adentro/afuera entre quienes trabajan en las empresas y quienes marchan afuera en la calle para permitir que todos se vean a sí mismos como parte del mismo movimiento”.
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