Por: Tania Turner Sen, Coordinadora de Programas Fondo Semillas
A continuación compartimos esta nota que forma parte del portal de Fundación C&A, «creemos que la moda tiene el poder para mejorar la vida de las personas detrás de la ropa. Un futuro justo y sustentable para la industria de la moda depende de las acciones que tomemos en este momento.
Como parte de nuestra nueva serie: “La moda una fuerza para el bien: irrumpiendo el status quo”, leerás sobre algunos de nuestros aliados y cómo sus organizaciones están trabajando para transformar la industria de la moda en una fuerza para el bien.
El 25 de marzo de 1911, tan sólo una semana después del primer Día Internacional de la Mujer, un incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York mató a 146 mujeres, muchas de las cuales eran jóvenes migrantes.
Encerradas bajo llave en el noveno piso de un edificio, las trabajadoras trataron de salvar su vida saltando por las ventanas o intentando huir por la única escalera de emergencias que tenían disponible, misma que colapsó por su peso.
Dos años antes, las trabajadoras de la fábrica habían exigido mejores condiciones laborales, en una protesta dirigida por Clara Lemlich y apoyada por la Liga Nacional de Sindicatos de Mujeres de Estados Unidos.
La tragedia pudo haberse evitado si el dueño de la fábrica hubiera escuchado activamente, y actuado con la conciencia necesaria para otorgar dos derechos fundamentales: seguridad y dignidad.
Poco más de un siglo después, Bangladesh sufrió algo similar: el 24 de abril de 2013, un edificio que albergaba cuatro fábricas de ropa, un banco y varias tiendas se desplomó, dejando 1,127 muertos y más de 2,000 heridos.
Más de la mitad de las víctimas fueron mujeres trabajadoras y sus hijos, quienes se encontraban en la guardería colocada en el mismo edificio. La aparición de grietas en la construcción un día antes pudo haber evitado esta tragedia, si los encargados del inmueble hubieran tomado nota de esta advertencia.
En la Ciudad de México, vivimos una tragedia similar en 1985. Si bien las condiciones laborales de las costureras que trabajaban en algunas fábricas del centro de la ciudad eran conocidas por sindicatos, empleadores y gobierno: falta de salario base, contratos temporales, falta de prestaciones y condiciones insalubres en los espacios de trabajo eran algo común para ellos.
Cuando ocurrió el sismo del 19 de septiembre, fueron justamente esas condiciones insalubres las que impidieron que las trabajadoras se pusieran a salvo cuando el edificio se desplomó.
Se calcula que más de 1,600 mujeres perdieron la vida en esa tragedia.
Tras el sismo, se creó la Organización de Costureras del Centro y la Unión de Costureras en Lucha, y gracias al apoyo del Frente Auténtico del Trabajo (FAT), se estableció a nivel nacional el Sindicato “19 de Septiembre”, mismo que luchó por condiciones de trabajo dignas para las trabajadoras de la confección. Sin embargo, el sindicato se disolvió en 2006 1 por falta de agremiadas.
Más de 30 años después, las mujeres que vivieron el derrumbe de 1985 afirman que ha habido más cambios negativos que positivos en la materia, con talleres clandestinos, salarios insuficientes –600 a 700 pesos semanales, por ejemplo–, despidos injustificados, una carga excesiva de trabajo y falta de prestaciones sociales como norma en algunas fábricas del país. En 2015, el INEGI informó que la mayor parte de las trabajadoras en la industria textil, más de 300 mil, se encontraba laborando de modo informal.
Con el objetivo de evaluar la situación, hace dos años, Colectivo Raíz, una organización que lucha por los derechos laborales de las trabajadoras en la maquila desarrolló un diagnóstico sobre la salud de las trabajadoras.
Este análisis indicó, entre otras cosas, que la cantidad de tiempo que pasan las trabajadoras en la misma posición haciendo el mismo movimiento repetidamente provoca afectaciones graves e irreversibles en sus cuerpos. Y por si esto fuera poco, las condiciones de salud que tienen son precarias y los empleadores no asumen los costos de tratamiento.
La organización del sector es difícil debido a los horarios que tienen que cumplir y a la constante observancia de los encargados sobre cualquier intento de organización hacia el interior de las fábricas.
Las trabajadoras tienen que buscar espacios fuera de los centros de trabajo y citarse en grupos sin que los encargados y patrones se enteren de sus reuniones. Estas acciones pueden afectarlas: las trabajadoras de Rintex en Morelos, apoyadas por el Centro de Apoyo al Trabajador (CAT), perdieron sus empleos por exigir mejores condiciones laborales, sin que hasta la fecha se logre una indemnización digna o la reinstalación de sus puestos de trabajo.
Sin embargo, el futuro parece traer nuevas oportunidades para las trabajadoras: con la entrada del nuevo gobierno federal en México se han generado muchas expectativas en la materia, ya que Luisa María Alcalde, Secretaria del Trabajo y Previsión Social, es considerada como una aliada en favor de los derechos de las mujeres en el ámbito laboral.
Los retos para la nueva administración son muchos y muy grandes, ya que hace falta desarrollar recursos legales y políticas públicas para generar las condiciones laborales que no solo sean dignas, sino que tomen en cuenta la voz de las trabajadoras y sus organizaciones.
Para que los cambios favorables sucedan y convirtamos la industria de la moda en una fuerza para el bien, se necesitan herramientas culturales que erradiquen la desigualdad de género en la conciencia colectiva ciudadana, empezando por los hombres y mujeres que trabajan y aportan en la industria textil.
Iniciar el cambio es es difícil, pero si no empezamos a hacerlo, si no nos esforzamos por entender la igualdad como parte fundamental de la lucha laboral, si no se abren las mentes para escuchar a las compañeras con el mismo respeto con el que lo hacemos con los compañeros, van a seguir sucediendo tragedias como las de Nueva York, Bangladesh y la Ciudad de México.
Aún hace falta una mayor organización, solidaridad y las voces de las mujeres que constituyen más del 50% de la fuerza trabajadora en esta industria.