Por: GenÉthico
Un emprendedor social redirige el enfoque que se le atribuye tradicionalmente a la generación de ingresos y beneficios económicos de una empresa hacia el objetivo de solventar una problemática social o ambiental. Una empresa social es, por tanto, toda aquella cuya misión combina la voluntad de generar dichos ingresos económicos con la necesidad de respetar y apoyar a su entorno y a sus stakeholders.
En el marco de la Agenda 2030, que promueve el alcance y logro de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, se contemplan tres pilares principales: la economía, la sociedad y el medio ambiente. Tres pilares muy separados en significado, pero interrelacionados en su aplicación real. Al igual que están interrelacionadas las acciones llevadas a cabo por instituciones, empresas e individuos para lograr alcanzar los ODS.
Toda empresa que quiera nacer con un ADN sostenible y evolucionar sin perder este foco debe asegurarse de ser en todo momento coherente entre lo que hace a nivel interno y externo, así como a nivel comunicativo.
¿Por qué surge el concepto de «Empresa Social»?
- Hoy día, la sociedad mundial, y particularmente las generaciones más jóvenes, exige a las empresas un mayor compromiso y una mayor responsabilidad con la protección de toda la biodiversidad.
- Existe una mayor confianza en las empresas por parte de la sociedad que en las instituciones gubernamentales o políticas. Cada vez se considera más que el cambio debe ser liderado por empresas con valores sociales que se preocupen realmente por el bienestar de la ciudadanía y del medio ambiente.
- La digitalización, si bien es cierto que se percibe como una oportunidad de crecimiento, innovación y evolución, también incrementa la sensación de incertidumbre acerca de lo que supondrá para las personas en el futuro, en materia de empleo, de salud física y mental, etc.
¿Cuál es el perfil del emprendedor social?
El perfil del emprendedor en España tiene de media 34 años de edad y es mayormente masculino (83% vs 17%). No obstante, según el informe mundial GEM, España encabezaría la paridad a nivel europeo con 9 mujeres emprendedoras por cada 10 hombres emprendedores, superando la media europea que es de 6 de cada 10.
Dejando de lado el perfil genérico del emprendedor, aquel que cree una empresa social debe además tener una serie de cualidades y habilidades concretas:
- Capacidad de liderazgo y estratégica. Este conjunto de habilidades la comparte con un emprendedor al uso. En efecto, una empresa social no deja de ser una empresa que requiere de liderazgo y de estrategia para crecer y lograr los objetivos planteados.
- Optimismo. Contra viento y marea, aunque a veces se sienta que rema sólo en contra dirección, nunca se rinde porque cree en el impacto social que puede generar su proyecto.
- Necesita rentabilidad. Si bien es cierto que el dinero no es su prioridad ni su misión está enfocada en lograr beneficios de forma tradicional, requiere que su empresa sea rentable para poder lograr sus objetivos sociales y/o medioambientales.
- Tiene un propósito auténtico, puro. Por muy utópico que parezca, cree y confía en que puede lograr un cambio positivo en la sociedad.
- Ingenio y creatividad. Generalmente, empieza con pocos recursos, pero con una gran dosis de motivación y creatividad.
- Enfocado en las soluciones. Pone toda su energía en la búsqueda de soluciones para paliar o solventar un problema.
- Colaboración. Confía en el poder de la colaboración más que en la competencia. Las sinergias juegan un rol fundamental para lograr un cambio real y, por tanto, la red de colaboradores se amplía sustancialmente.
- Sostenibilidad. La sostenibilidad, en toda su amplitud (económica, social y ambiental), es la base de su modelo de negocio.
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Valores
Toda empresa social promueve una serie de valores universales positivos como son:
- La solidaridad.
- La escucha activa.
- El compromiso.
- La responsabilidad.
- La honestidad.
- La coherencia.
- La transparencia.
- La colaboración.
- La ética.
- El activismo.
Medición
Toda empresa requiere establecer un conjunto de objetivos SMART, es decir que sean específicos, medibles, alcanzables, relevantes y definidos en el tiempo. La medición resulta clave en el desarrollo de una empresa, su evolución y su supervivencia a largo plazo. En efecto, si no medimos, no sabremos si estamos logrando los objetivos establecidos.
Para realizar una buena medición, necesitamos determinar una serie de KPI (key performance indicator). Esta es la única forma de conocer los resultados de nuestras acciones y de nuestra actividad empresarial.
Esta medición suele ser, generalmente, de tipo económico. El famoso ROI (return of investment) o el también muy conocido ROO (return on objetives). Sin embargo, en el caso de la una empresa social se añaden ahora nuevos indicadores asociados a un área social y medioambiental. Es decir, medir la dimensión relacional de la empresa es vital. Hablamos de la relación con los trabajadores, con los clientes, con los proveedores, con los colaboradores e, incluso, de forma más global, con las comunidades y con la sociedad.
Estas dimensiones requieren el establecimiento de unos indicadores para valoración de “intangibles”, muy complejos de definir, pero que planteados correctamente desde el inicio permiten lograr resultados fiables.
Desde GenÉthico creen firmemente en el gran potencial de las empresas sociales y entienden la gran cantidad de retos y oportunidades que se presentan. Por ello, ofrecen un programa destinado al emprendimiento social y al emprendimiento verde con el fin de acompañar a todo emprendedor o emprendedora que quiera llevar a cabo un proyecto que busque solucionar un problema planteado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos en la Agenda 2030.
Este artículo fue publicado por GenÉthico, lea el original aquí.
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