Por: GenÉthico
El arte siempre ha servido como medio para expresar sentimientos, incertidumbres, miedos y, por supuesto, las problemáticas sociales de la época. A través del arte podemos comprender la religión, las creencias, el estilo de vida y los sentimientos de las personas dentro de su comunidad.
Las persona somos naturalmente artistas. Necesitamos expresar y provocar nuestras emociones además de denunciar aquello que nos preocupa. Lo hemos hecho en multitud de escenarios, desde las pinturas rupestres hasta Banksy.
Asimismo, también ha estado ligado al entorno natural. Incluso existen elementos arquitectónicos que han pasado a formar parte del paisaje creando elementos realmente artísticos y que ponen de manifiesto la relación entre el hombre y la naturaleza.
Sin embargo, el arte también tiene su lado más elitista ya que también fue de una minoría para otra minoría.
En la actualidad, gran parte del colectivo artista desarrolla proyectos cooperativos. La co-creación del arte también tiene un gran impulso. El arte no es solo un Renoir o un Van Gogh, el arte simboliza múltiples disciplinas a través de las cuales se expresan mecanismos, causas o sentimientos complejos.
ARTE SOCIAL
Como venimos comentando, el arte es un medio innato para la denuncia social, pero no un medio inmediato. El arte social requiere de una reflexión profunda para una interpretación y entendimiento posterior.
Dicho arte requiere también de un compromiso con la causa y, por tanto, de una contribución a ser parte de la solución de la misma.
No caigamos en el error de pensar que este tipo de arte es nuevo. Figuras como Edgar Degas inmortalizaron en sus pinturas actos violentos como su cuadro “Intérieur” (esp.: interior) en 1869.
Además, no olvidemos que el arte también ha aparecido en las situaciones más críticas como por ejemplo entre los prisioneros de Mauthausen a través de fotografías, textos, dibujos…. El arte no solo les servía para contar su relato, sino como una vía de escape, de cierto alivio ante una situación tremendamente dura.
Helga Weissová, superviviente de tres campos de refugiados: Terezí, Auschwitz y Mauthausen, dibujó con solo 12 años, su paso por estos centros de exterminio.
Parece evidente que el arte es una herramienta que tenemos para comunicarnos más allá de las palabras.
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ARTE MEDIOAMBIENTAL
Es cierto que llevamos unos años notando el auge de este movimiento, lo cual se justifica por lo que hemos expresado inicialmente y es que el arte sirve también para plasmar los miedos y retos a los que nos enfrentamos como sociedad.
Aunque muchos aún no se den cuenta, el gran problema de la sociedad actual es el Cambio Climático. La lucha contra el mismo y el deseo de una forma nueva de hacer las cosas que nos permita alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, hacen cada vez más latente la necesidad de expresar artísticamente.
También, esta disciplina hace autocrítica y no emplea elementos nuevos para expresar estas ideas, sino que usa lo que a priori es basura para crear arte. Otra manera de reciclar, de continuar el ciclo de vida de un producto, de prolongarlo y, por tanto, crear belleza a partir de basura.
Es cierto que no siempre el arte ambiental usa el 100% de sus materiales a través de elementos reciclados, pero tiene una finalidad e impacto muy claro: concienciar.
Son muchas las esculturas que se pueden enumerar como la de “Con el agua al cuello” creada por Isaac Cordal, que hace una crítica a la clase política, aludiendo que hunde todo lo que toca. También el famoso cachalote hiperrealista de 15 metros de largo a orillas del río Sena en París realizado por el Captain Boomer (colectivo belga), que concienció sobre el cambio climático y la pesca intensiva. Otra escultura es la ballena construida con 5 toneladas de plásticos e ideada por STUDIOKCA que hace una crítica acerca del daño que estamos causando a nuestros ecosistemas marinos.
El arte también crea modas. Esperamos que esta nueva visión artística siga impulsando la cultura del respeto y el cuidado hacia nuestro entorno y hacia todos los seres vivos que habitan en él.
Este artículo fue publicado originalmente en GenÉthico. Lea el original aquí.
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