Cada temporada, los pescadores de El Habillar, en Michoacán, logran rescatar hasta 1,200 nidos en la costa del Pacífico mexicano. En el campamento, las familias de pescadores se dedican a proteger y conservar tres especies que, a pesar de ser las más avistadas en esa región del país, se encuentran en peligro de extinción. Pero su labor no sólo es de protección, sino de educación y concientización.
En cada uno de los 100,000 huevecillos que colecta por temporada, Alonso Ramírez Galeana rescata una esperanza: que eclosionen, regresen al océano y de esa forma, se reduzca el peligro de extinción en que se encuentran las siete especies de tortugas marinas existentes en México.
Hace siete años, Ramírez Galeana colgó sus redes de pescador y se convirtió en protector de tortugas. Con su familia dirige el Campamento Tortuguero El Habillal Asociación Civil, en el puerto de Lázaro Cárdenas, estado de Michoacán, en la costa del Pacífico Mexicano.
La temporada pasada, que terminó entre mayo y junio, lograron rescatar 1,200 nidos, de los cuales 102,471 crías eclosionaron y regresaron al océano.
“Las tortugas nos han enseñado muchas cosas. A valorar la propia vida, la familia, la fauna silvestre. Ellas te mueven el corazón, te sensibiliza ver cuánto sufren al salir a desovar, el esfuerzo que hacen de arrastrarse desde la orilla al lugar donde van a hacer su nido”, dice en entrevista.
El pasado 8 de junio, la Organización de las Naciones Unidas conmemoró el Día Mundial de los Océanos, con el tema: “El océano: vida y medio de subsistencia”. Este año arrancará una década de desafíos para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible 14: conservar y utilizar de manera sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos de cara al 2030.
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Las tortugas ayudan a sanear los océanos
Tal como explica Alonso, mediante su alimentación a base de algas, moluscos, crustáceos, cangrejos, sargazo e inclusive medusas (en el caso de las laúd), las tortugas cumplen una función vital para equilibrar y sanear los océanos e, inclusive, evitar la marea roja.
“Hay que tener un cuidado especial, se están acabando, ya que ellas juegan un papel muy importante y equilibran el ecosistema marino por eso nos damos a la tarea de protegerlas con la finalidad de que la población aumente”, señala.
Cada temporada, es posible avistar a las tortugas que salen nadando a la orilla del océano y luego reptan por la playa. Cuando encuentran un lugar en el que se sienten seguras, comienzan a desovar.
Este proceso inicia cuando la tortuga prepara y cava su nido en la playa (un hoyo de 40 a 45 centímetros de profundidad con forma de cántaro), y luego deposita en él entre 80 y 150 huevos.
Una vez que termina, cubre el nido con arena y la compacta para esconderlo de los depredadores… y entonces, después de 45 minutos de un ritual tan natural como bello y doloroso, la tortuga marina emprende su regreso al océano.
Alonso y su familia acompañan a las tortugas en su proceso de anidación y desove, rescatan los nidos, y luego ayudan a las crías a volver. Su trabajo es fuente de satisfacciones y aprendizaje puesto que el campamento tiene la doble función de educar y concientizar a las personas que lo visitan sobre la importancia del cuidado del medio ambiente.
Aunque con el paso de los años la tarea parezca más difícil y cada vez les sea más complejo conseguir el financiamiento necesario para sostener el campamento, los pescadores no se rinden en su labor de rescate, educación y conciencia.
Éste es un reportaje del Centro de Información de las Naciones Unidas en México, lee el original aquí.
Por ONU Medio Ambiente.
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