Después de caminar casi 1,300 kilómetros por toda Europa, Little Amal, una marioneta gigante que representa a una joven refugiada siria, llegó a Glasgow justo a tiempo para el Día de la Mujer en la Conferencia sobre el Cambio Climático, COP26.
La obra de arte viviente de 3.5 metros de altura sorprendió a los asistentes de la sesión plenaria de este martes cuando subió las escaleras y se unió a la activista climática samoana Brianna Fruean, y se fundieron en un abrazo e intercambiaron regalos.
Brianna le dio una flor, que representa la esperanza y luz, y Amal, una bolsa de semillas. «Ambas nos hemos embarcado en un viaje para llegar aquí, desde dos lugares muy diferentes, pero estamos conectadas por el hecho común de que vivimos en un mundo roto que ha marginado sistemáticamente a las mujeres y las niñas. Especialmente mujeres y niñas de comunidades vulnerables«, dijo Fruean.
La joven activista recordó a los participantes que el peso de la emergencia climática, que amplifica las desigualdades existentes, suele afectar más a las mujeres.
«Amal trajo semillas para compartir físicamente, para inspirar; las semillas representan la esperanza. Lo bonito de las semillas es que hay que ser lo suficientemente desinteresado como para contentarse con el hecho de no comer el fruto o no tener las flores, pero sentir que ha merecido la pena sabiendo que tus hijos vivirán con su belleza», añadió utilizando las semillas como metáfora de las decisiones que se están tomando en la COP26 para el futuro de nuestro planeta.
Fruean destacó que las semillas necesitan ser cultivadas y nutridas con agua para dar fruto y flores, invitando a los delegados a mantener su trabajo después de la conferencia. «Plantaré estas semillas cuando nuestros ministros estén preparados. Espero que en las negociaciones y en las salas seáis capaces de plantarlas y que, cuando salgamos de la COP, las cuidéis para que crezcan y se conviertan en el mundo hermoso que se merecen niñas como Amal, uno en el que todas las niñas estén seguras», aseguró.
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La relación entre la igualdad de género y la crisis climática
Alok Sharma, presidente de la Conferencia, intervino brevemente, bajo la atenta mirada de la pequeña Amal y Brianna Fruean. «Hoy es el día del género porque el género y el clima están profundamente entrelazados. El impacto del cambio climático afecta a las mujeres y a las niñas de forma desproporcionada», dijo, instando a empoderar y apoyar a las mujeres.
La pequeña Amal, y las niñas sirias a las que representa, no están solas en su tragedia: el 80% de las personas desplazadas por desastres y cambios relacionados con el clima en todo el mundo son mujeres y niñas.
Desde tiempos ancestrales, las mujeres han tenido una relación especial con la naturaleza. Su contribución al bienestar y al desarrollo sostenible de sus comunidades es enorme, así como al mantenimiento de los ecosistemas, la diversidad biológica y los recursos naturales del planeta.
Las mujeres de los países en desarrollo suelen ser las primeras en responder a la gestión del capital medioambiental que las rodea. Desde la recogida de agua para cocinar y limpiar, el uso de la tierra para pasto del ganado, a la búsqueda de alimentos en ríos y arrecifes, y la recogida de leña, las mujeres de todo el planeta utilizan e interactúan a diario con los recursos naturales y los ecosistemas.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y otras agencias de la ONU, también son las primeras en sentir los efectos del cambio climático cuando tienen que recorrer distancias cada vez más largas para encontrar lo que necesitan para alimentar a sus familias.
Asimismo, aunque la degradación del medio ambiente tiene graves consecuencias para todos los seres humanos, afecta especialmente a los sectores más vulnerables de la sociedad, principalmente a las mujeres, cuya salud es más frágil durante el embarazo y la maternidad.
Y a pesar de todo ello, el reconocimiento de lo que las mujeres aportan o pueden aportar a la supervivencia del planeta y al desarrollo sigue siendo limitado. La desigualdad de género y la exclusión social no hacen más que aumentar los efectos negativos de una gestión medioambiental insostenible y destructiva para las mujeres y las niñas.
La persistencia de normas sociales y culturales discriminatorias, como el acceso desigual a la tierra, al agua y otros recursos, así como la falta de participación de las mujeres en las decisiones relativas a la planificación y la gestión de la naturaleza, hacen que a menudo se ignoren las enormes contribuciones que estas pueden hacer.
Con información de la ONU.
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