Por: Caleb Palma
Alimento Para Todos
Durante la última mitad de siglo, mexicanos y ciudadanos de distintas regiones del mundo han experimentado periodos prolongados de inflación, tasas de interés crecientes, recesión económica y un sector cada vez más grande experimenta el desempleo y la pobreza. Estas presiones han sido generalmente abordadas de forma poco adecuada por el aparato del Estado.
A partir de la década de 1980s el modelo de bancos de alimentos comenzó a manifestarse como una alternativa para abordar de forma efectiva el carácter urgente del hambre. Los bancos de alimentos no reciben financiación pública y típicamente son coordinados por grupos comunitarios que dependen de voluntarios para recolectar y redistribuir alimentos donados para quienes carecen de un acceso adecuado a ellos.
A pesar de que este modelo de asistencia alimentaria nació en respuesta a eventos temporales como recesiones económicas, la pobreza y el desempleo han persistido aún en periodos percibidos como de recuperación económica; esto se debe parcialmente al desmantelamiento del estado de bienestar y a las políticas de austeridad que han restringido sistemáticamente el acceso a los servicios públicos de asistencia social.
En ausencia de políticas claras para enfrentar la inseguridad alimentaria, las comunidades han gestado intervenciones a nivel local. Estas respuestas de la sociedad organizada han evolucionado y se han multiplicado a lo largo de los años. De manera simultánea, se ha generado discusión y distinciones críticas entre los diferentes modelos de intervención así como los valores y metas asociadas con las iniciativas a nivel comunitario con las que se relacionan.
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Si bien los bancos de alimentos son frecuentemente sujeto de escrutinio, al interior de Alimento Para Todos existe un proceso continuo de evaluación y prospectiva que busca responder a la necesidad de propiciar ecosistemas adecuados para el desarrollo y comunidades robustas.
Abordar los contextos subyacentes de política social y económica que dieron paso al surgimiento y proliferación del modelo de bancos de alimentos en primer lugar no es una tarea fácil, sin embargo la Institución no se encuentra sola. Gracias al interés de donantes, aliados y voluntarios, la operación de Alimento Para Todos ha conseguido no sólo continuar durante los momentos más críticos de crisis económica y social en nuestro país, sino que además ha sido posible replantear el papel de la Institución en términos del impacto que tiene en la vida de los beneficiarios y las comunidades a las que pertenecen.
Creemos que para vislumbrar un futuro en el que los bancos de alimentos no sean necesarios, además de satisfacer la necesidad inmediata de quienes padecen hambre, es precisa la transformación de nuestros paradigmas culturales y políticos.
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