Por: GenÉthico
Sí bien es cierto que todos podemos y debemos ser sostenibles a través de nuestras acciones, la contribución de cada uno depende de muchos factores.
El mero hecho de existir, de ser persona, ya hace que generemos un impacto negativo cada vez más notable.
Acontecimientos recientes como los incendios en Australia, Siberia, el Amazonas, la costa oeste de EE.UU.; la temporada de huracanes en el Atlántico; la descongelación cada vez más rápida del suelo ártico y su recongelación cada vez más lenta o la borrasca Filomena, son un claro ejemplo del calentamiento global.
Si bien es cierto que muchos se escudan en decir «esto no es la primera vez que pasa», «esto es normal, ocurre cada x años», debemos recalcar que la recurrencia de estos acontecimientos es cada vez mayor. Debemos ponernos en alerta y actuar en consecuencia.
No obstante, es muy importante entender que ni todos contribuimos al calentamiento global del mismo modo ni todos podemos ser sostenibles en nuestro día a día de la misma forma.
La información, elemento clave
Estar informados resulta clave en la implementación de la sostenbilidad. En efecto, la información implica conocimiento que a su vez conlleva responsabilidad. La información es poder. Nos muestra la realidad del sistema y de la sociedad actual y, por tanto, condiciona nuestra posición a la hora de ser sostenibles.
Una persona que vive en un pueblo en Monrovia (Liberia), una persona que vive en Puerto Príncipe (Haití) o una persona que vive en Madrid, no dispone del mismo acceso a la información. Según datos de la ONU, a día de hoy todavía se contabilizan más de 4 mil millones de personas sin acceso a Internet, de los cuales el 90% se halla en países en desarrollo.
Estas inmensas diferencias de acceso a la información tiene un impacto directo en la educación y desarrollo de las personas, así como en las desigualdades sociales que se perciben regionalmente en el mundo.
Posición social
La posición social de cada persona es otro de los factores determinantes en el impacto negativo que se genera, así como en la contribución que puede hacer cada uno.
Según datos de la ONU, de cara al año 2030 se espera que 6.500 millones de personas vivan en ciudades. Las urbes tan solo ocupan un 3% de la tierra, pero suponen entre el 60-80% del consumo de energía y emiten entorno al 70% de las emisiones mundiales.
No obstante, si estas cifras son importantes, cabe destacar también que actualmente 828 millones viven en barrios marginales y 736 millones de personas viven en la pobreza extrema, es decir con menos de 1,90$ al día. Ambas cifras se hallan en un aumento constante y, ahora, aún a mayor velocidad dada la crisis de la COVID-19.
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Contribución al calentamiento global (CO2)
Los países no contribuyen de la misma forma al calentamiento global. Según datos del Global Carbon Project, en 2019, China lideraba el ranking de emisiones de CO2 (10,175 millones de toneladas), duplicando la cantidad emitida por el segundo en el ranking, EE.UU. A su vez, EE.UU., duplicaba la cantidad de India, tercer país en el ranking. España se sitúa en el puesto 24, generando 253 millones de toneladas, siendo el 5º país europeo.
Por tanto, cabría esperar que estos países que tienen una mayor impacto negativo en la salud de la sociedad del planeta, contribuyan en mayor medida. En primer lugar, a través de una reducción drástica de sus emisiones y, en segundo lugar, compensando aquello que generan.
El consumo
Factores como el lugar donde vivamos, nuestra posición social y económica, nuestra situación política, etc., tienen un impacto directo en nuestro consumo y la forma del mismo.
Actualmente, según la ONU, “cada año se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos, mientras casi 2.000 millones de personas padecen hambre o desnutrición“. Esto demuestra la forma tan diferente que tenemos de pensar y actuar frente al consumo según nuestra situación personal y las grandes desigualdades que existen. A una persona que viva en un pueblo de África sin acceso a información, a electricidad, a agua, que lo único que busca es sobrevivir, no le podemos pedir que reduzca su consumo (dado que ya es más bajo que la media mundial) ni que tenga criterios más éticos o sostenibles en su consumo. En cambio, de alguien que tiene posibilidad económica, acceso a la información, educación y sanidad pública y otros recursos a su alcance, si que se espera que actúe en beneficio de un consumo responsable que impulse un desarrollo sostenible.
Guerras y conflictos
Las guerras y los conflictos también tienen un impacto directo en la contribución de los países y de sus ciudadanos a un desarrollo sostenible. Desde comienzos del siglo XXI, las guerras se han multiplicado en África y Oriente Medio. Las guerras en Yemen, Siria o Sudán del Sur, así como los conflictos en Irak, Afganistán o Somalia han generado un número descomunal de desplazamientos, a la par que una pobreza y hambruna extremas.
Según datos de la ONU, hay 10 millones de personas apátridas (carentes de nacionalidad) en el mundo y, por ende, de sus derechos respectivos.
Por tanto, la situación política de una persona puede determinar tanto su huella ambiental como su posibilidad de contribución al desarrollo sostenible.
En definitiva, lo hemos repetido en reiteradas ocasiones, cada persona tiene una situación diferente a nivel familiar, laboral, económico, geográfico, de género, y un largo etcétera, que está directamente relacionada con las posibilidades reales que tiene para actuar de forma ética y responsable. Tenemos que dejar de mirar para otro lado y pensar únicamente en nuestra comodidad. Apostar por un desarrollo sostenible, es apostar por una reducción de las desigualdades y, por tanto, invertir en un futuro seguro e igualitario para todos.
Este artículo fue publicado por GenÉthico, lea el original aquí.
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