Por: Malú Hernández-Pons
Líder de Saber Nutrir en Grupo Herdez
Cada 22 de abril, el mundo se une para conmemorar el Día de la Tierra, un recordatorio anual de la importancia de cuidar nuestro planeta y preservar los recursos naturales. Este día tiene un valor significativo, no sólo a nivel global, sino también para las comunidades que dependen directamente de ésta para su sustento como agricultores y productores, quienes mantienen viva la herencia de la agricultura tradicional y sostenible.
En programas como Saber Nutrir comprendemos que el trabajo de quienes cultivan la tierra sostiene a sus familias y preserva prácticas ancestrales que promueven la sostenibilidad a largo plazo. A través de los pilares con los que trabajamos: seguridad alimentaria, agua segura y proyectos de comercialización, en conjunto con las comunidades, brindamos acceso a herramientas que incrementan su productividad y promueven prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente.
El Día de la Tierra es una oportunidad para reflexionar sobre cómo los hábitos de consumo, las decisiones empresariales y las políticas públicas impactan a aquellos que, día a día, se encargan de proveernos de lo que necesitamos para alimentarnos. Es esencial reconocer que la tierra es un recurso, pero también, un legado que debe ser protegido y valorado.
Conmemorar este día nos invita a cuestionar cómo podemos contribuir a un modelo más sostenible, no únicamente a través de sus productos, sino también mediante el apoyo a los productores locales.
La herencia que los agricultores transmiten no son sólo técnicas agrícolas, son valores como el respeto a la naturaleza, el trabajo en comunidad y la resiliencia frente a los retos del entorno. A través de su labor, demuestran que el verdadero significado de la tierra va más allá de lo económico: se trata de un compromiso con el futuro, con las generaciones venideras y con la preservación de los recursos para que sigan nutriendo a quienes dependen de ellos.
Sin embargo, más allá de quienes cultivan y viven de la tierra, este día nos interpela a todos. A quienes vivimos en ciudades, a quienes vamos al supermercado sin pensar de dónde viene lo que consumimos. Nos invita a reconocer que nuestras decisiones diarias (lo que comemos, cómo nos transportamos, cuánto desperdiciamos) tienen un impacto directo sobre los recursos que compartimos. Conmemorar este día no es sólo un llamado de ambientalistas o agricultores, es una oportunidad para hacer conciencia de que todos habitamos el mismo planeta y que nuestras acciones, por pequeñas que parezcan, contribuyen a su cuidado o a su deterioro.
Muchas veces olvidamos que cada alimento que llega a nuestra mesa es resultado de semanas, a veces meses, de trabajo arduo en el campo. Detrás de una sola lechuga, una calabaza o un huevo, hay manos que sembraron, cuidaron, cosecharon y transportaron bajo el sol, con frío o sin lluvia.
De acuerdo con el Banco de Alimentos de México, en el país un tercio del alimento que se produce se desperdicia, lo que equivale a 38 toneladas por minuto. Esta cifra no sólo representa una pérdida económica y ambiental, sino también la invisibilización del tiempo, el conocimiento y el esfuerzo de miles de agricultores. Ser conscientes también es honrar la tierra y a quienes la trabajan.
Hoy te exhorto a reconocer y valorar el trabajo de quienes cultivan y cosechan, entendiendo que su labor es clave para el sustento de hoy y el florecimiento de un futuro más justo y sostenible para todos.