Colaboración de: Nora Méndez, directora de Fundación Aliat de Aliat Universidades
En años recientes, el tema del emprendimiento como alternativa de desarrollo profesional y procuración de ingresos para las personas, ha cobrado creciente relevancia en el ámbito internacional.
Si bien la posibilidad de generar un emprendimiento exitoso parecería estar al alcance de todos, en la realidad hay muchos factores a considerar y obstáculos a superar, de los que poco se habla al relatar las historias sobresalientes.
Al hablar sobre ello, suele destacarse a las “compañías unicornio” aquellos emprendimientos, principalmente en el ámbito tecnológico, que resultan únicos por su carácter innovador y disruptivo, alcanzando valores que superan los mil millones de dólares, poniéndolos como ejemplo de lo que se puede lograr con “un poco” de esfuerzo y algo de suerte.
Pero, si bien en estricto sentido, aprovechar una oportunidad para generar una idea genial podría ocurrirle a cualquiera, la realidad es que, desde la concepción misma de ellas, hay diferencias que impiden que éstas sean para todos. Otra vez, la cochina desigualdad.
De entrada, las ideas de negocio que se me ocurren tienen que ver con el entorno en el que me he desenvuelto y con la capacidad que yo considero tener de incidir en él, lo que explica parcialmente el hecho de que la mayoría de los emprendimientos de los diferentes estratos reproduzcan la estructura económica de cada uno de ellos: las iniciativas de aquellos en la punta de la pirámide tienden a generar empleo y crecimiento económico, en tanto los emprendimientos de clase media se orientan a actividades de rentabilidad intermedia y, aquellos de la base de la pirámide hacia actividades de bajo potencial, autoempleo o apenas subsistencia.
Y no, aún no hemos llegado al desarrollo e implementación del proyecto. El simple hecho de identificar una oportunidad de negocio tiene que ver con nuestro propio entorno y con el qué tan equipados estemos para hacerlo, no sólo en términos de educación formal o informal, sino también en la percepción que tenemos de nuestra propia capacidad para transformar el mundo.
La desigualdad opera desde la concepción misma de la oportunidad: no se necesita tener un título para generar una gran idea de negocio, pero sí necesito creer que puedo para, al menos, intentar llevarla a cabo.
Luego viene el tema de los recursos que tengo a mano para realizarla: competencias, redes de apoyo y capital social, financiamiento, pero también metodologías y técnicas básicas para, al menos, tener una mínima evaluación de qué tan bien recibido podría ser el beneficio o servicio que quiero ofrecer, entendiendo que, sin cliente, no hay negocio.
Y esto es cierto también en el caso de las empresas sociales: si mi iniciativa no ofrece a los usuarios un bien o servicio que les agregue valor de acuerdo con su propia percepción será mucho más complicado que tenga éxito.
Aún más. Necesito convencer a mis clientes o usuarios sobre el valor de mi propuesta, pero, de entrada, debo convencer a potenciales inversionistas, sea mi propia familia, el banco o un fondo de inversión. Necesito también asesorías y capacitación, aunque muchas veces no lo reconozca.
De ello la importancia de contar con redes de contacto, así como espacios en los que pueda establecerlos o fortalecerlos, interactuando con otros actores del ecosistema emprendedor.
Es el caso de la iniciativa CreoMx, promovida por el Centro de Competitividad de México (CCMX) del Consejo Mexicano de Negocios, en alianza con diferentes actores del ecosistema emprendedor mexicano y que llevará a cabo un evento, de acceso gratuito, los días 20 y 21 de noviembre en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, en un esfuerzo de vinculación de actores privados, académicos y sociales.
Es fundamental la interacción de los emprendedores o aspirantes a serlo con quienes de una u otra forma buscamos impulsar oportunidades como vía de mejora de las condiciones de vida de las personas.
Pero, es igualmente importante que los distintos actores del ecosistema entendamos las diferencias y desigualdades que se esconden bajo el aparentemente único paraguas del emprendimiento; que tomemos en cuenta que las aspiraciones, expectativas y alcance de los distintos emprendedores están delimitadas por su contexto y recursos culturales así como sociales, para poder convertir realmente al emprendimiento en una alternativa para la movilidad social.