Por Cristian Bustos,
CEO y socio fundador de Beeok
Recientemente se conmemoró a nivel mundial el Día del Medio Ambiente y, si bien se aplauden los esfuerzos tanto del sector público, sociedad civil e iniciativa privada por hacer frente a problemas como el cambio climático o la escasez de agua, la realidad es que aún estamos lejos del objetivo.
Y es que según datos de Naciones Unidas, nuestro planeta no es ya capaz de soportar nuestro estilo de vida. Por poner un ejemplo: la extracción de recursos naturales ha aumentado más del triple desde 1970, con un incremento del 45% en el uso de combustibles fósiles.
Por otro lado, la manufactura de los bienes que utilizamos, así como la producción de los alimentos que consumimos son responsables de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel mundial y de más del 90% de la pérdida de biodiversidad y el estrés hídrico.
El greenwashing puede dañar gravemente la reputación de una empresa o marca
Ante este escenario es evidente que todos los sectores tenemos la obligación de ser más conscientes de los efectos que tienen nuestras acciones. Sin embargo esto también puede dar lugar a prácticas deshonestas como el Greenwashing.
Este término se refiere a la mala práctica de hacer afirmaciones incompletas, engañosas o falsas sobre el impacto ambiental, social y/o económico de un producto o servicio, con el objetivo de aumentar su atractivo para los consumidores.
El greenwashing puede dañar gravemente la reputación de una empresa o marca. Si se descubre que ha estado haciendo afirmaciones falsas o engañosas sobre su impacto ambiental, social y/o económico.
En mi experiencia la mayoría de las veces es simplemente porque no se tiene la información o la experiencia necesaria para hacer afirmaciones precisas sobre el impacto ambiental, social y económico de sus actividades y productos. Los equipos de Marketing y comunicaciones de las empresas aún saben poco de sostenibilidad y los equipos de sostenibilidad, poco de marketing y comunicaciones. Una visión y trabajo multidisciplinario es fundamental.
Pongo sobre la mesa el siguiente cuestionamiento: ¿qué podemos hacer para prevenir el greenwashing? Y la mejor respuesta, que quizás muchos cataloguen de obvia es la honestidad. Contar con una gestión de sostenibilidad documentada, con objetivos claros y coherentes es la clave para no caer en esta postura.
Lo que no se puede medir no se puede mejorar, por lo que asegurarnos que cualquier afirmación sobre nuestras actividades, productos o servicios sea real, precisa, trazable y verificable es lo que marcará la diferencia y nos hará encaminarnos para hacer esta transición hacia la sostenibilidad de una manera amigable.
Lo anterior podría parecer un reto, sin embargo estamos en el siglo XXI donde, como nunca antes, contamos con herramientas tecnológicas como el data mining, la inteligencia artificial, modelos predictivos, algoritmos, software as a service, que sin duda hacen que esta tarea pueda realizarse de manera sistemática y con el menor margen de error.
Este tipo de tecnologías pueden reducir hasta en 90% el tiempo que se invierte en este tipo de procesos y mejoran el cumplimiento normativo de las empresas en un 40%. No es casualidad que 71% de las empresas en América Latina vea a la tecnología como un factor fundamental para alcanzar sus objetivos sostenibles.
No obstante, ninguna herramienta, por poderosa que sea, funcionará correctamente si no se usa de manera transparente y honesta. Hoy podemos hacer un cambio real. No queda más tiempo que perder, usemos la tecnología que hoy tenemos para ser la mejor versión de cada uno de nosotros desde diferentes ámbitos.