Por: GenÉthico
La industria textil es la segunda más contaminante del planeta después de la alimentaria. Se enfrenta a grandes retos y obligaciones, propias de la evolución tanto de los consumidores como del impacto de su existencia.
A la industria textil le espera una revolución, pero hasta hace bien poco se hablaba más de sus retos en materia de digitalización y agilidad, que del fin del “Fast Fashion” y la “obligación” de ofrecer la trazabilidad de las prendas para su sostenibilidad.
Ríos teñidos de colores debido a la contaminación de los vertidos textiles, desperdicio de millones de litros de agua en la fabricación de las prendas, pobreza salarial de sus trabajadores, emisiones de CO2 de las fábricas… son muchas las consecuencias de la contaminación provocada por la industria textil y muchas las obligaciones a tener en cuenta debido a dicho impacto.
La industria textil tiene el deber ético de transformar su modelo hacia otro que promueva un trabajo decente, el reciclaje continuo de sus materias primas y una fabricación y producción que reduzca a mínimos tanto el consumo de agua como los materiales empleados en toda la cadena.
¿Cuál es esa cadena de la que hablamos?
Actualmente, una prenda que llega a una tienda de moda ha pasado por un largo proceso contaminante en toda su escala:
- Diseño de la prenda (País A).
- Búsqueda de tejido: banderas y metros de muestra, lapdips para las pruebas de color. Todo esto se desarrolla en diferentes países como B, C Y D. Todos ellos se recepcionan en A para después distribuirlos a los diferentes compradores. Esto muestra que el sector textil tiene muchos intermediarios. Una gran compañía puede, por ejemplo, tener a su vez un grupo de empresas que se encargan de la búsqueda de tejidos. Éstas las solicitan a otras empresas donde se clasifican las muestras y éstas, a su vez, a los fabricantes. Con estos datos podemos ver que sólo las muestras de los tejidos suponen una cantidad de C02 emitido escalofriante.
- Fabricación de los metros de tejido en el país B. Este paso es más o menos contaminante según los tintes, estampados, tipo de tejido, tipo de hilo… empleados para hacer la prenda. También influye en la producción el embalaje del tejido y el envío a una fábrica en el país C dónde lo cortarán.
- Corte, confección y planchado de las prendas.
- Etiquetado de las prendas (etiquetas de Talla, composición, precio) más embolsado y etiquetado por cada prenda.
- Distribución. En primer lugar empaquetando las prendas por modelo y tamaño en cajas, no siempre aprovechando todo el espacio. Después, paletizando y usando contenedores de barco para su transporte a diferentes almacenes en uno o varios países. Además, debemos tener en cuenta que por cada país hay un etiquetado diferente, y si son para pedidos online, también.
- Recepción en almacenes de ecommerce y distribución de parte de la mercancía a las diferentes tienes físicas.
Todo en esta cadena de intermediarios, tinturas, envíos, etc tiene graves repercusiones para el medio ambiente.
“La producción de una prenda tiene impacto ambiental desde que se produce hasta que se desecha”, son palabras de la responsable de la campaña de consumo de Greenpeace, Celia Ojeda.
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Datos como que:
- El 50% de las prendas que fabrican marcas de fast fashion terminan en la basura en menos de 1 año.
- Nos ponemos una media de entre 7 y 10 veces una prenda antes de tirarla.
- La industria textil es la responsable del 20% de todos los tóxicos que se tiran al agua.
- Al año se fabrican 62 millones de toneladas de ropa y complementos, un 30% se vende rebajando su precio original y otro 30% nunca llega a venderse…
- 12.8 millones de toneladas se quema en incineradoras.
- Quemar 1kg de ropa supone generar 1,36kg de dióxido de carbono, más contaminante que quemar carbón o gas natural.
Todo esto hacen de la industria textil, una industria a cambiar radicalmente. Algunas voces del sector como el SAC (Sustainable Apparel Coalition) empezaron a desarrollar programas de investigación y desarrollo como el índice Higg, herramienta cuya finalidad es medir la sostenibilidad de la ropa y el calzado. También es cierto que para crear este índice usaron otras herramientas creadas previamente por entidades como Eco Index y Nike, y me pregunto ¿hasta qué punto se obtienen mediciones reales que comprometan la imagen de la misma marca que las crea? Hemos investigado y todas las grandes marcas y grupos de la industria textil forman parte de SAC pero los datos no afloran mejoras en la producción y desarrollo de dicha industria.
¿Hay empresas que hayan demostrado que la industria textil puede ser sostenible?
Es cierto que algunas empresas como Patagonia, Trove, Reformation, Ecoalf o Ternua, han impulsado otros modelos de negocio desde el activismo y el impacto positivo. Unas desarrollando prendas a través de los restos de otros tejidos, plásticos, redes de pesca…; otras dando una segunda vida a prendas usadas e incluso vendiendo todo ese stock suelto que las propias compañías no logran introducir en el mercado, lo cual supone un nuevo concepto de la industria textil.
Antes de la emergencia sanitaria teníamos muy presente que el consumo excesivo de ropa y la industria textil, tal y como la conocemos, tenía los días contados. Esta afirmación sigue siendo cierta, pero junto con la crisis sanitaria se acerca la crisis financiera y esto quizás “condena” al consumidor a comprar muy barato y a las empresas a “parar” su investigación en I+D. Sin embargo, no nos engañemos, sigue siendo una excusa más, siempre hay un pero. Es más fácil iniciar una senda sostenible tras el parón que romper el flujo que existía para transformarlo mientras sigue en funcionamiento.
Giorgio Armani ha dicho, “ya no quiero trabajar así, me parece inmoral”. Esto significa que muchas personas influyentes ya han visto las atrocidades que estábamos llevando a cabo tanto en la producción como en el consumo.
Asimismo, accidentes como el del Rana Plaza ponen de nuevo sobre la palestra las profundas desigualdades existentes entre la moda y sus trabajadores además de las posibles crisis reputacionales de las grandes compañías. Son estas mismas compañías de moda quienes hablan de que la sostenibilidad no era una petición propia del cliente, sino que las empresas tomaron la iniciativa porque el mundo avanza hacia ahí.
Podemos tener nuestras dudas y pensar que esas “iniciativas” estaban más impulsadas por la escasez materias primas y la dificultad, cada día mayor, de tapar todo el impacto negativo de la industria. Sin embargo, la realidad es que, a día de hoy, el número de personas concienciadas va en aumento.
Y los consumidores… ¿somos ya conscientes?
Los consumidores lo somos cada vez más, pero debemos formarnos e informarnos muy bien en materia de sostenibilidad. Ya lo hemos mencionado en otros artículos, el nuevo consumidor (nuevas generaciones) están sumamente concienciadas. La novedad es que están impulsando toda esta cultura sobre consumidores adultos. Esto hace que nos encontremos ante un nuevo paradigma donde los jóvenes no sólo consumen de forma más consciente sino que, además, son los los mejores prescriptores y divulgadores de las marcas éticas.
Es cierto que la actuación global de los consumidores tras la COVID-19 no la conocemos, pero es posible que venga determinada tanto por su vivencia actual como por el grado de impacto de la misma, su información y su capacidad económica posterior.
Lo que sí parece ser un consenso es que la sostenibilidad social es y será más obligada que nunca. Movimientos sindicales como los vividos durante esta crisis por patronales como la Bangladesh Garment Manufacturers and Exportes Association han conseguido garantizar el pago de los 4,1 millones de trabajadores del sector. Las grandes compañías comunicaron la cancelación y, por tanto, el impago de pedidos ya completados y otros en marcha. Esta acción llevaba a las personas a una realidad desoladora.
Como bien dijo la presidenta de la patronal, Rubana Huq, “para nosotros es una cuestión de supervivencia, mientras que en el mundo occidental tienen el privilegio de tener rescates por parte de sus gobiernos”. Quedando de manifiesto que la ética empresarial debe estar más presente que nunca.
Ofrecer a los consumidores la trazabilidad de las prendas será un trabajo difícil, pero solo así podremos medir el impacto real de lo que consumimos y mostrar un poco de luz en una industria que parece seguir en blanco y negro.
Este artículo fue publicado por GenÉthico, lea el original aquí.
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