Compartimos esta nota como colaboración con el Grupo de Acción Climática, un equipo interdisciplinario que busca impulsar la agenda hacia una mitigación y adaptación efectiva del cambio climático. Este proyecto es desarrollado por Mauro Accurso y si te gustó su contenido puedes suscribirte para recibirlo semanalmente en este enlace.
La tragedia humana que está provocando la pandemia del COVID-19 está repercutiendo fuerte en nuestros sistemas sanitarios y golpeando todos los sectores de la economía.
Mientras una salida a esta crisis todavía se vislumbra muy lejos, ya surgió el debate político sobre cómo se puede promover la recuperación socio-económica que necesitaremos. Por más que algunos se alegren por la caída en las emisiones de los últimos meses y la disminución en la contaminación urbana, lo esperable es que, si no hay cambios de fondo, las emisiones reboten al mismo ritmo que la economía.
Eso fue lo que sucedió en la crisis de 2008 y una caída temporal en las emisiones CO2 puede no ser beneficiosa a largo plazo para los esfuerzos de luchar contra el cambio climático.
“Al igual que en los raros casos en que la contaminación de carbono global se redujo en el pasado, impulsada por crisis económicas, enfermedades y guerras anteriores, es probable que las emisiones aumenten tan pronto como la economía se recupere. Mientras tanto, si el virus conduce a una pandemia global total y a un colapso económico, fácilmente podría drenar el dinero y la voluntad política de los esfuerzos climáticos”, afirman desde MIT Technology Review.
Por eso hay que empezar a analizar cómo evitar que la pandemia del coronavirus frene la acción climática y aprender las lecciones que esta crisis nos enseña para acelerar la descarbonización con mayor efectividad y cooperación internacional.
“Los gobiernos deberían evitar un intento de impulsar sus economías a raíz de una crisis de salud global exacerbando otra; es decir, la contaminación del aire. Un paquete de estímulo que incluya aumentar la producción o el uso de combustibles fósiles generaría exactamente eso”, aseguraron en World Resources Institute conectando el tema con el fuerte impacto del cambio climático en la salud.
El debate se centra en analizar si esta crisis del coronavirus va a ayudar a matar la era de los combustibles fósiles o seguiremos usando dinero público para subsidiar o directamente salvar industrias nefastas para la salud humana y el medio ambiente. Hasta el WEF salió a decir que un paquete de estímulo de China post-COVID-19 debe evitar financiar más energía basada en carbón, lo cual sería un error ambiental pero también económico.
En el artículo “El caso de un estímulo limpio en tiempos de inseguridad”, Dimitri Zenghelis de la Universidad de Cambridge detalló cómo puede enfocarse la respuesta económica para apoyar a las personas: “existe la oportunidad de mirar más allá de la crisis y apoyar una transición económica verde como parte de la respuesta macroeconómica al coronavirus. Con una recesión global probable en la primera mitad de 2020, los gobiernos pueden utilizar la demanda no satisfecha de los inversores para activos sostenibles que apuntalen un estímulo pro-climático. Ese enfoque puede respaldar las ganancias y los empleos hoy y en los años posteriores a la disminución de los peores efectos del virus».
Desde Bloomberg también opinan que los proyectos verdes pueden sacar a las economías de esta depresión inevitable y serán mucho más eficientes a largo plazo que seguir apostando a industrias carbono-intensivas cada vez más en riesgo financiero y regulatorio, en el contexto además de un petróleo en caída libre.
Esto no es un debate solo teórico. Desde la UE ya salieron a decir que la crisis no va a frenar su GreenDeal pese a que algunos presidentes salieron a presionar para que deje de ser la prioridad. Otro ejemplo es que China está analizando relajar algunos estándares de emisiones para sus fabricantes de autos para ayudarlos en la recuperación económica.
En efecto, nos encontramos ante dos opciones políticas enfrentadas. Por un lado, una clásica respuesta a lo “doctrina del shock” que siga profundizando el mismo modelo que nos llevará inevitablemente a una nueva crisis, y ampliando la brecha de desigualdad.
Por otro -cómo lo explicó la economista Mariana Mazzucato-, “en vez de simplemente corregir las fallas del mercado cuando surjan, los gobiernos deberían avanzar hacia la configuración y creación activa de mercados que ofrezcan un crecimiento sostenible e inclusivo”. Por su parte, la propia Naomi Klein lo expresa así: “en vez de rescatar las industrias sucias del siglo pasado, deberíamos promover las industrias limpias que nos llevarán a la seguridad”.
En este contexto, la International Energy Agency reclamó a los gobiernos que diseñen políticas en apoyo a la energía limpia dentro de su respuesta económica al coronavirus: “Los paquetes de estímulos ofrecen una oportunidad excelente para asegurarse que la tarea esencial de construir un futuro energético seguro y sostenible no se pierda en medio del aluvión de prioridades inmediatas”. Un riesgo fuerte para la transición climática es que un impulso pragmático y cortoplacista para reactivar una economía en pausa lleve a un nuevo boom extractivista que siga destruyendo nuestro capital natural (lo cual, en sí mismo, fue una de las causas del surgimiento del COVID19).
James Murray, Editor de BusinessGreen, resume lo que está en juego de esta forma: “Lo más importante para la economía verde, es que el estímulo económico que ya está tomando forma podría poner cohetes propulsores a la transición hacia carbono cero neto, integrando las principales prioridades del gobierno para resolver la crisis del coronavirus y la crisis climática al mismo tiempo. Pero también es posible que el estímulo se enfoque en apuntalar la infraestructura intensiva en carbono del siglo XX durante otra década más o menos». Mientras miles de millones de personas se encuentran aisladas en sus casas, será difícil frenar al lobby corporativo fósil y su enorme influencia en los gobiernos.
Para cerrar, me gustaría dejar una reflexión más amplia de la situación por parte de Yuval Noah Harari: “La humanidad tiene que tomar una decisión. ¿Tomaremos la ruta de la desunión, o adaptaremos el camino de la solidaridad global? Si elegimos la desunión, no sólo se prolongará la crisis, sino que resultará en otras catástrofes aún peores en el futuro. Si elegimos la solidaridad global, será una victoria no sólo contra el coronavirus, sino contra todas las epidemias y crisis futuras que puedan amenazar a la humanidad en el siglo XXI”.