Aunque las emisiones diarias de CO2 habrían disminuido hasta en un 17% por un corto tiempo debido a las restricciones económicas y medidas de confinamiento, se trata de una variabilidad mínima en las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que continúan aumentando a un ritmo preocupante, poniendo en peligro el futuro de la Tierra, los ecosistemas y la humanidad por el calentamiento global.
La desaceleración industrial debido a la pandemia de COVID-19 no ha frenado los niveles récord de gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera, aumentan las temperaturas y provocan un clima más extremo, afirman nuevos datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Las concentraciones de dióxido de carbono subieron en 2019 y el promedio mundial anual superó el umbral de 410 partes por millón, un aumento en comparación con el año anterior. En 2020 este incremento ha continuado a pesar de las medidas de confinamiento que redujeron las emisiones de muchos contaminantes y gases a la atmósfera.
Esto se debe a que las concentraciones son la suma de las emisiones pasadas y actuales, que ya de por sí tienen fluctuaciones normales debido al ciclo de carbono y a la variabilidad natural. Según los científicos, la reducción de emisiones causada por la COVID-19 al final no tuvo un impacto mayor que el de estas variaciones.
“El dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante siglos y aún más tiempo en los océanos. La última vez que se registró en la Tierra una concentración de CO2 comparable fue hace entre tres y cinco millones de años. La temperatura era entonces de 2 a 3 °C más cálida y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual, pero no había 7700 millones de habitantes”, explicó el secretario general de la Organización, Petteri Taalas.
Desde 1990, el forzamiento radiativo total, es decir la diferencia entre la luz solar absorbida por la tierra y la energía irradiada de vuelta al espacio que de no estar en equilibrio ejerce un efecto de calentamiento sobre la Tierra, ha subido un 45% a causa de los gases de efecto invernadero de larga duración. Cuatro quintas partes de ese aumento se deben al dióxido de carbono.
“En 2015 superamos el umbral mundial de las 400 ppm. (de concentración de CO2 en la atmósfera). Y solo cuatro años después, rebasamos las 410 ppm. Esa velocidad de aumento no tiene precedentes en nuestros registros históricos. La reducción en las emisiones debida a las medidas de confinamiento no es más que una minúscula irregularidad en el gráfico a largo plazo. Tenemos que aplanar la curva de forma continuada”, agregó Taalas.
En total, las concentraciones atmosféricas de CO2 han aumentado en un 148% desde la época preindustrial.
«El CO2 que tenemos ahora en la atmósfera se ha acumulado desde 1750. No es lo que sucedió hoy o ayer, es toda la historia del desarrollo humano y económico lo que realmente nos lleva a este nivel global de 410 ppm», explicó Oksana Tarasova, jefe de la División de Investigación Atmosférica y Ambiental de la OMM, durante una conferencia de prensa en Ginebra.
El Boletín de la OMM sobre los Gases de Efecto Invernadero (ir al boletín) indica que, según el Proyecto Carbono Global, durante la cúspide de las restricciones por la COVID-19, las emisiones diarias de CO2 se habrían reducido hasta un 17% a nivel mundial. Sin embargo, advierte que puesto que todavía no está clara la duración de las medidas de confinamiento ni su grado de rigor, las predicciones de la reducción total de emisiones es bastante incierta.
Por el momento, las estimaciones preliminares indican una disminución entre el 4,2 y el 7,5%, una cifra que a escala mundial no tendrá impacto sobre la concentración de CO2 en la atmosfera.
Los científicos indican que estas concentraciones seguirán aumentando a un ritmo ligeramente menor, con una reducción de crecimiento anual de entre 0,08 y 0,23 ppm, valores que son compatibles con la variabilidad natural de un año a otro que normalmente está por 1 ppm.
«A pesar de que parecía que el mundo se detuvo (durante el confinamiento), solo obtuvimos la disminución del cuatro al 7% en las emisiones . Así que toda nuestra economía y nuestros patrones de consumo en realidad nos conectan a las emisiones extremadamente altas, incluso si todos nos sentamos encerrados y limitamos nuestra movilidad, porque el bloqueo solo está limitado a la movilidad y no a nuestro consumo», agregó Tarasova.
Hacia el futuro
Según el boletín, solo cuando las emisiones netas de CO2 provenientes de los combustibles fósiles se acerquen a cero, entonces los ecosistemas y los océanos comenzarán a reducir los niveles atmosféricos, e incluso para ese entonces, la mayoría del dióxido de carbono se mantendrá allí por varios siglos, generando calentamiento global.
Sin embargo, el sistema climático de la Tierra tiene un retraso de varias décadas debido a la absorción del exceso de calor en las aguas superficiales del océano, así que entre más rápido se reduzcan las emisiones, habrá menos posibilidad de llegar al calentamiento de 2 grados centígrados o menos que fue establecido por los países en el Acuerdo de París.
“La pandemia de COVID-19 no es una solución para el cambio climático. Sin embargo, nos brinda una oportunidad para adoptar medidas de índole climática más sostenidas y ambiciosas encaminadas a reducir las emisiones hasta un nivel cero neto a través de una metamorfosis integral de nuestros sistemas industriales, energéticos y de transporte”, explicó Petteri Talas.
Talas asegura que los cambios que deben aplicarse son técnicamente posibles y viables desde el punto de vista económico, y su repercusión en nuestra vida cotidiana solo sería marginal.
El profesor Taalas recalcó que el mundo necesitaba avanzar rápidamente hacia la neutralidad de carbono y muchos países ahora prometían hacerlo.
“Si queremos alcanzar la neutralidad de carbono o este objetivo de 1,5 grados (Celsius), entonces deberíamos convertirnos en carbono neutral para 2050. La buena noticia es que ahora tenemos una cantidad creciente de países y grupos de países que se han comprometido con eso. Hasta ahora tenemos el 50 por ciento de los emisores globales incluidos China, la Unión Europea y Japón y Corea del Sur, y también el 50 por ciento del PIB mundial detrás de esto”, dijo.
Agregó que si Estados Unidos con la administración Biden tuviese el mismo objetivo, eso significaría que la mayoría de los emisores y de la economía global estaría detrás de ese objetivo.
«Hay que aplanar la curva de crecimiento de las emisiones en los próximos cinco años, y luego deberíamos empezar a ver caídas de un seis por ciento anual hasta 2050 para alcanzar la neutralidad», concluyó.
Con información de la OMM.
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