Por: GenÉthico
El papel de la mujer en la NASA ha sido determinante. Y hablamos de la mujer con toda su maravillosa diversidad. ¿Por qué especificamos esto? Porque seguro que lo primero que se nos viene a la cabeza tras leer estas líneas es el perfil de una mujer caucásica, de “respetada” clase social. Pues bien, la verdadera historia vuelve a demostrarnos que los estereotipos nunca fueron buenos y que no pueden juzgar ni abarcar a la enorme diversidad humana. En esa diversidad reside nuestra grandeza como especie.
Katherine Johnson y otras mujeres referentes
Algunas de las mujeres que hicieron historia en la NASA eran afroamericanas. Esas mujeres tuvieron que afrontar una doble discriminación, por ser mujer y por ser negras.
Katherine Johnson fue una de esas excelentes mujeres, además de excelente matemática, que calculó las trayectorias tanto del proyecto Mercury como del Apolo 11 y su llegada a la Luna en 1969. Con sus cálculos también permitió que John Glenn fuera el primer astronauta estadounidense en hacer una órbita completa a la Tierra.
El trabajo de Katherine, junto con el de otro grupo de mujeres afroamericanas, impulsó notoriamente la carrera espacial de la NASA.
A Katherine le acompañaban mujeres como Dorothy Johnson Vaughan, cuya motivación por el aprendizaje en materia de análisis y computación la llevaron a ser una experta en el lenguaje de programación Fortran. Esto la convirtió en la primera supervisora y manager de la NASA.
También podemos encontrar a Mary Jackson, ingeniera aeroespacial y matemática, quien empezó a desarrollar su carrera en la NASA como calculista hasta convertirse en la primera ingeniera de color en la NASA.
Existe una película maravillosa que narra la fascinante historia de estas mujeres. La película se titula, Figuras Ocultas.
Aunque estemos hablando de la trayectoria espacial estadounidense, no podemos dejar de mencionar a la primera mujer cosmonauta. Si bien no pertenecía a la NASA, Valentina Tereshkova fue una obrera que trabajaba en una fábrica textil, además de paracaidista aficionada. No obstante, ello no le impidió incorporarse a la Fuerza Aérea Soviética. Tereshkova, seleccionada entre más de 400 aspirantes, logró convertirse en la primera mujer en ir al espacio completando 48 órbitas alrededor de la Tierra.
¿Por qué se mantienen ocultas a las mujeres?
Ante tales logros, cualquiera debería extrañarse y preguntarse ¿por qué no aparecen en los libros de texto? Por supuesto no son las únicas que no aparecen. La mujer como referente cultural, matemático, científico, empresarial, etc., simplemente no aparece.
¿Cuántos libros se han escrito por mujeres a través de seudónimos o, directamente, anónimos? ¿Cuántas mujeres han estado a la cabeza de grandes descubrimientos científicos? ¿Cuántas mujeres han diseñado y formado parte del mundo en el cual vivimos ahora a través de la conquista de derechos sociales, impacto cultural o artístico, etc.?
El número es incalculable. Sin embargo, lo más impactante no es que hablemos sobre hipótesis de si esto o aquello podría haberlo hecho una mujer. Lo más trascendente es que aún sabiendo la autoría, contribución y acción de las mujeres a lo largo de la historia, en diferentes campos, no hayamos construido nuestra educación sobre cimientos justos e igualitarios.
Referencias
Los logros masculinos están en todos los libros de texto, en todos los artículos y en todos los discursos. Hoy día también podemos decir que en televisión o en el cine, la mayoría de los logros que aparecen también están representados por hombres. Es curioso que hasta en la mayoría de los congresos médicos, eventos profesionales donde, por ejemplo, se trata la fertilidad o sexualidad femeninas, la mayoría de los discursos sean impartidos por hombres. ¿De verdad no existe ninguna profesional femenina, experta en sexualidad o reproducción?
Para poder encontrar literatura donde se mencione a las mujeres relevantes de la historia hay que indagar mucho. Y si bien es cierto que en los últimos años y tras movimientos como el #MeToo los libros sobre feminismo o empoderamiento femenino han aumentado, no es suficiente. Seguimos viendo documentales, telediarios, artículos, libros de texto académicos, etc, donde el papel directivo, líder, científico e, incluso, heroico, es predominantemente masculino.
Los méritos no son excluyentes
El caso es que saber que Vera Rubin demostró la existencia de la materia oscura en el universo no impide aplaudir la labor educacional, científica que hizo Stephen Hawking. Reconocer a la precursora de los ordenadores, Ada Lovelace, que en el año 1832 desarrolló algoritmos que permitirían hacer cálculos complejos a una máquina, además de pronosticar que en el futuro éstas crearían música. Esto la transformó en la primera programadora de la historia, lo cual no impide reconocer el mérito de Bill Gates al crear el sistema operativo Windows ó a Steve Jobs la creación de Apple.
Los méritos nunca son excluyentes, siempre suman. Entonces…¿por qué los méritos de la mujer, a ojo de la mayoría, ni siquiera existen?
Es más, si tenemos en cuenta la máxima dificultad de acceso a la educación, recursos y libertad que han tenido y tienen las mujeres, llegar a ese nivel de éxitos debería ser aún más valorado por la sociedad en su conjunto.
Si teniendo tantas piedras en el camino, los descubrimientos y conquistas femeninas han sido tan importantes, imaginemos dónde podríamos haber llegado disponiendo de los mismos derechos que nuestros compañeros hombres.
Cuestión de medallas
Cuidado, quizás se puede interpretar que hablamos tan solo de medallas y de reconocimiento, pero es mucho más que eso. ¿Cuánto habríamos perdido como sociedad si no hubiéramos desarrollado estos descubrimientos en los tiempos en los que fueron desarrollados, por mujeres en este caso?
La idea que intentamos trasladar es que el descubrimiento y el avance científico, por ejemplo, es un bien para toda la humanidad, con independencia del sexo, nacionalidad o creencias de la personas que lo descubra. ¿Por qué limitar ese derecho al descubrimiento e investigación a menos de una cuarta parte del planeta? Hablamos de menos de una cuarta parte porque ni siquiera es un derecho para todos los hombres del planeta. La pobreza, los colectivos marginados o los habitantes de países empobrecidos, ni siquiera pueden planteárselo.
El derecho a la educación pública, gratuita, universal y de calidad, así como el derecho al pensamiento libre, la investigación y la formación para todas las personas de planeta, sólo nos aportará beneficios. ¿Cómo podemos medir el talento que desperdiciamos si no somos capaces de dotar a todas las personas de los recursos necesarios para desarrollar dicho talento?
Nunca podremos saber si entre algunos de los refugiados sirios se encuentra la próxima investigadora que descubra la cura contra el cáncer, el próximo biólogo capaz de regenerar los fondos marinos o la impulsora de un movimiento social capaz de transformar en realidad el sueño de la paz mundial.
Las limitaciones que ponemos a ciertos sectores de la humanidad, son limitaciones que nos ponemos a nosotros mismos como sociedad.
Este artículo fue publicado por GenÉthico, lea el original aquí.
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